Hay personas que nacen para una profesión o pudiera parecer que la profesión se hizo para ellas. Ese es el caso de Carmen Fernández Ferrero, veterinaria del Ilustre Colegio de Veterinarios de Zamora que desgraciadamente nos ha dejado el pasado 12 de noviembre. Ella tuvo el privilegio de dedicar su vida profesional a aquello que, desde los tres años (edad a la que jugaba con sus gatitos en el carro de muñecas) cuando sus padres le preguntaron qué le gustaría ser, dijo que veterinaria, claro, profesión de cierta tradición familiar.

Con dedicación y esfuerzo, consiguió su sueño titulándose en Madrid. Nada más acabar la carrera, cómo no, vino al campo, vino a su tierra, vino a Zamora, vino a donde estaba la profesión como a ella le gustaba, pisando abono, recorriendo cuadras, majadas, hablando y discutiendo con ganaderos sobre técnicas y sistemas que había que cambiar y mejorar. Las ovejas le daban vida, fuerza para seguir y prueba de ello, como otros muchos veterinarios de campo (con todos los respetos para los que no lo son) no había festivos, domingos, noches o tardes, mal tiempo o bueno, "voy por encima de todo", dijo e hizo hasta sus últimos días.

No olvidó su pasión por los pequeños animales y por ello abrió la clínica en Benavente. Como en todo lo que hacía, con dedicación absoluta, entrega y profesionalidad sin límite para sacar adelante tantos animales que dan esa parcelita de felicidad a sus dueños. Por mucho esfuerzo que costara, por mucho trabajo que le diera, nunca se rindió ante la posibilidad de salvar un animal.

Carmen hizo honor a su profesión (puede que algo maltratada en los últimos años) defendiéndola y mejorándola en la medida de sus posibilidades. Varios años como integrante de la Directiva del Colegio Oficial de Veterinarios de Zamora son una muestra más de su compromiso, de su deseo de mejorar las cosas. No hay duda de su alto nivel técnico, de sus conocimientos en temas de ovino, caprino, pequeños animales de compañía, etc. defendiendo enconadamente sus convicciones, discutiendo y enfrentándose si era necesario, siempre desde el respeto, a quienes pudieran tener otra opinión.

Los últimos años han sido muy duros, teniendo que llevar encima, cada día, esa fatídica enfermedad despiadada que no repara ante nada ni nadie, pero qué valentía la tuya sabiendo estar siempre a la altura, sin flaquear, sin dejar de acudir a la llamada de tus clientes, siempre a la altura de máxima exigencia de la profesión. Un ejemplo para todos, sin duda.

Ya te echamos de menos. Tus ovejas lo hacen, lo hacen también tus perros y gatos y por supuesto, todos los que hemos tenido el honor de conocerte.

Un abrazo eterno.