La mayoría de las personas, de los trabajadores, de la gente laboriosa, no suelen salir en los "papeles"; como diría una recordada y querida portera del domicilio familiar; pero que gracias a su esfuerzo, a su labor callada, discreta, seria, rigurosa, entregada, con un altísimo sentido del deber, del trabajo bien hecho, etc., posibilitan que la vida y problemas de todos pueda ser más grata, satisfactoria, como resuelta las tareas y demás cuestiones que por el tiempo que requiere el desempeño del trabajo y demás responsabilidades de todo tipo que tenemos, como por falta de pericia y demás, no se pueden acometer personalmente; o bien, son de competencia de un colectivo que tiene que encomendar su realización a profesionales.

Y es que cualesquiera trabajos son necesarios, imprescindibles, etc., para que sus destinatarios tengan una vida más confortable, permitiéndole disponer de tiempo para sus ratos de ocio, para atender más y mejor a la familia, a los amigos, a sus aficiones, para el merecido descanso y asueto; en suma, para resolver la problemática, necesidades y deseos que tuvieren.

Además, en tiempos pretéritos, y especialmente cuando se trataba de mujeres; por su elevado espíritu de sacrificio, de entrega a la familia sin fisuras, por su sensibilidad, por su empatía, por la educación tan exquisita que habían recibido de sus padres y maestros; su servicio a los demás era "norte y guía" de su proceder, especialmente con los que "compartían apellidos". Y, más si cabe, si eran célibes y vivían con sus progenitores; pues los cuidados que le dispensaban, especialmente cuando llegaban a la última etapa de sus vidas, eran totales, con infinito amor, con un esfuerzo encomiable, pues las fuerzas y energías de todos, con el paso del tiempo, también merman e impactan en la salud.

Pero, por si fuera poco, los sobrinos siempre estaban presente en su pensamiento y corazón, dedicándoles también su tiempo para llevarlos al cine de la "Laboral", etc.; para enviarles paquetes, con botes de leche condensada, a Eugenio, cuando cursaba sus estudios universitarios, en el Colegio Mayor "Jaime del Amo", de Madrid; para presentarles a personas amigas; para felicitarles en sus onomásticas y cumpleaños, sin faltar ningún año, aunque no se les correspondiera, ingratitud que no tenían en cuenta; para invitarles a comer en su casa, etc.

De esta forma de ser y características era mi tía Felicidad (q.e.p.d.), Feli para sus incontables amistades; que, además de sus profundos sentimientos cristianos y entrega a los demás, la impulsaban a colaborar con la Iglesia, especialmente con la de San Vicente, donde se celebraron las exequias por su eterno descanso; y cuya homilía fue muy emotiva y cariñosa hacía ella.

Y hay que agradecer inmensamente a quienes en sus últimos años tanto la ayudaron, como sus sobrinas Mari Juli, su tutora, y su hermana María Victoria, que con tanto esmero le dedicaron su cariño y tiempo; al afectuoso, competente y excepcional personal de la Residencia San Agustín, de Toro, donde estuvo sus últimos años; y al sacerdote D. Antonio Jesús Martín de Lera, delegado y director de Cáritas, por el apoyo y gestiones que hizo en su favor. Y a sus vecinas de la calle Diego de Almagro, que tan al tanto de ella estaban.

Tía, gracias por tu entrega a los abuelos, a los demás, a tus sobrinos. Que tu alma descanse en paz, descanse en Dios, Salmo 61; como bien dijo el celebrante en tu despedida. Seguro que ya estás disfrutando "Arriba" con los abuelos, con los tíos, con mi madre, tu hermana. Y no te olvides de los que quedamos por "aquí abajo". Con mis besos y oraciones.