Si en verdad alguien pensaba que de estas elecciones iba a salir algo parecido a una vuelta al bipartidismo, que se lo haga mirar. Cierto es que una de las conclusiones que pueden extraerse es la de que, si la nueva política era esto, por Dios... ¡que vuelva la vieja! Sí, 'ma non troppo', que en italiano quiere decir, 'pero no tanto'.

Es evidente que el primer titular, guste o no guste, es la subida en vertical de Vox. No sé si esto es bueno o es malo, pero es una realidad a la que no puede darse la espalda. Como tampoco se puede caer en la ligereza de concluir que en España han aparecido de golpe más de tres millones de fascistas. Vox recoge, tal y como lo hizo en su día, el voto del cabreo, de la rabia, del castigo al 'Sistema', con 'S' mayúscula... a la misma casta contra la que clamaba Podemos en 2014 y 2015. Tal vez no a corto plazo, pero a medio o largo, Vox terminará volviendo al lugar del que partió, que no es otro que Génova 13, sede central del Partido Popular. Pero para eso queda aún mucho que llover.

La segunda conclusión de urgencia, mientras escribo estas líneas y con el escrutinio oficial aún no cerrado, es que el asesor o asesores -pienso en Iván Redondo- que recomendaron a Pedro Sánchez calcular los tiempos para colocar la fecha de estas nuevas elecciones pocas semanas después del conocimiento público de la sentencia del Tribunal Supremo contra los políticos presos por el golpe parlamentario catalán, la llamada DUI, deben dejar inmediatamente lo que estén tomando... Me refiero al refresco que sea, que la gente es muy susceptible. Lo de la exhumación de los restos de Franco ha venido por añadidura y ha sido la propina que ha terminado por inflar el globo de Vox. El hecho de haber sido nuevamente la formación política más votada, con casi igual número de escaños, no les da un ápice de mérito final. Creo que a estas alturas todos sabemos ya que, en política, lo importante no es ganar elecciones sino poder gobernar.

Porque no se engañen; en esta sociedad líquida en la que vivimos, el grueso de la tropa ha votado impulsado, sobre todo, por los dos hechos referidos. Si los españoles volviéramos en marzo de 2020 por tercera vez a las urnas -cosa que no deseo por el bien de España y por la tranquilidad de los españoles, por no hablar de nuestro crédito internacional- en función de lo que fuere que estuviera ocurriendo de aquí a entonces, vaya usted a saber qué votaríamos.

Tiempo habrá para hacer poesía a partir de hoy lunes -para usted, amigo lector que es cuando leerá estas líneas- pero lo evidente es que, si el pasado abril la aritmética parlamentaria arrojó un resultado casi imposible de administrar, este 10 de noviembre ha dejado una composición completamente imposible. Solo hay una opción, y se me antoja inverosímil: una gran coalición entre socialistas y populares. No hablo de un pacto de gobierno sino de un acuerdo de mínimos para posibilitar la investidura de Sánchez -el más votado- como jefe del Ejecutivo. Y si me apuran, ni siquiera así; si Casado se abstuviera en la próxima sesión de investidura, automáticamente forzaría el voto negativo de toda la izquierda de la Cámara. El de Ciudadanos y Vox lo damos por supuesto. Saquen la calculadora y rómpanse la cabeza... a ver cómo diablos se compone este panorama.

Tiempo habrá para analizar el hundimiento de Ciudadanos, que empieza a oler a UPyD, lógico producto del hartazgo de sus votantes cansados ya de despertar con un anuncio de su comandante en jefe, con perro de peluche o sin él, contrario al señalado el día anterior, fuere el que fuere.

Cierro estas notas de urgencia con un solo deseo: que España no se vea abocada a una 'solución Monti', por la que se fuerce a nuestro viejo y cansado país -11 por ciento del PIB de la Unión Europea- a aceptar un gobierno tecnocrático como se hizo en 2011 con Italia. Sería una desgracia que solo podría evitarse con una capacidad de acuerdo o pacto y una altura de miras de nuestros líderes políticos que, a día de hoy, no veo por ninguna parte.

(*) Periodista y analista político