El hecho de que se celebren seguidos el día de todos los santos y el de los difuntos obedece a la raíz cristiana de nuestra fe en una nueva vida después de la muerte. En el caso de la Virgen María la devoción popular no la quiere ver muerta sino dormida, o sea en tránsito hacia la nueva morada celestial. Para Ella dichos días consecutivos no fueron sino un instante, un paso que por su condición de Madre de Dios le evita una muerte como la nuestra. El Tránsito es el fuero divino particular concedido por sus méritos de corredentora.

El premio de la humanidad cristiana a ese papel tan decisivo está plasmado en infinidad de templos a Ella dedicados incluyendo catedrales que llevan su advocación.

Un templo que no llega a Catedral, pero lo merecía, es la basílica Santa María la Mayor, de Pontevedra, perteneciente a la diócesis de Tui dónde se yergue la catedral dedicada al remate de ese Tránsito del que venimos hablando, la Asunción.

La fachada-retablo de Pontevedra muestra en su espacio central la escena de la Dormición de la Virgen labrada en un casetón de piedra que tiene las dimensiones de la cama-baldaquino bajo el que María deja su último aliento en la tierra.

La tradición la ha imaginado siempre rodeada de los apóstoles y en este caso con San Pedro, inclinado hacia ella, sujetando una vela como signo del relevo de la autoridad espiritual que deja en manos del apóstol, como ya lo hiciera en vida el Señor. María acaba de entrar en el sueño eterno y ladea la cabeza hacia quienes la miramos, al igual que los apóstoles con cara de aflicción. A este cuadro pétreo sirve el resto de decoración de la fachada compuesto por columnas exentas y medallones entre los que figuran los de Cristóbal Colón y Hernán Cortés, por ser dicha obra promovida por el gremio de mareantes junto con otras cofradías, familias nobles y los arzobispos de Compostela. Está clara la impronta marinera pues la fachada mira al mar y al poniente, con lo cual tenemos un refuerzo artístico significativo del hecho piadoso narrado porque el sol se oculta en esa dirección y María, en su Tránsito, camina hacia el sol de justicia que es Dios.

La fachada es de estilo plateresco, quiere decir de profusa y minuciosa decoración. Siendo la piedra de granito, el mérito es mayor debido a su dureza; no olvidemos que dicho estilo reina en Salamanca donde la piedra noble empleada es muchísimo más blanda. La obra fue realizada por Cornelius de Holanda y Juan Noble en 1541, "entrambos a dos por medio", como dicen las crónicas.

La fachada se abre en un arco que da entrada a la basílica y subiendo la mirada contemplamos la escena descrita de la Dormición flanqueada por Santos y personajes bíblicos. Todo ello coronado por un Calvario.

La posición elevada de la basílica, sobre las antiguas murallas, hace que desde la ría parezca una nave varada luciendo un rico mascarón de piedra.

En su interior, el templo presenta las trazas del gótico tardío con airosas bóvedas de crucería iluminadas por el rosetón central de la fachada que venimos comentando, ésta es sin duda un apoteósico remate a un edificio que se inició en el románico y que con el plateresco alcanzó su brillo excelso, colocando el Tránsito de la Virgen en el motivo central de esta joya escultórico-arquitectónica de primer nivel en Galicia; en cuyo idioma existe un hermoso vocablo: "solpor" que significa crepúsculo, ocaso, puesta de sol.

Cada tarde esa palabra, suavemente luminosa, se refleja en el rostro de la Virgen dormida.