En Cataluña siguen insultando a España y a los españoles, eso sí, de forma muy democrática. Insultan y agreden con la misma intensidad democrática. Una democracia que se entiende mal. Pero como resulta que los que estamos enfrente del independentismo somos fachas, por el mero hecho de defender a España, a su bandera, a las maltratadas Policía Nacional y Guardia Civil, al Jefe del Estado, Su Majestad el Rey don Felipe, pues hete aquí que no tenemos derecho a defendernos ni siquiera democráticamente. Porque, demócratas, lo que se dice y entiende por demócratas son sólo ellos. Los que el pasado lunes trataron de impedir, y en algunos casos impidieron, el acceso al Palacio de Congresos de Barcelona para acudir al acto del Rey de España, por los Premios Princesa de Girona.

No conformes con eso, se liaron a empujones, siempre democráticamente, e incluso a agredir a distintos invitados como el concejal del Ayuntamiento de Barcelona por el Partido Popular, Josep Bou. Entre los agresores, muchos críos. Los encapuchados podrían ser todo lo antisistema que usted quiera, los de la estelada en ristre y los chavalitos eran, simplemente independentistas a los que llevan tantos años intoxicando, educando en el odio a España y a los españoles, con el resultado que todos hemos podido ver, por mucho que Torra y sus secuaces intenten travestirlo.

Y como el odio de esta gente es grande, tienen que canalizarlo verbal y físicamente. En el último caso, llegando a las manos, siempre en mayoría, contra la minoría pacífica que representa un pacífico concejal o un pacífico empresario. Estos demócratas de pacotilla que se enfundan en la estelada y que piden libertad para los políticos presos, que no presos políticos, coartan la libertad de quienes querían acudir a un acto al que estaban invitados.

Y aprovechando que el Llobregat y el Francolí, suben un tanto crecidos, los independentistas que hicieron novillos tanto en colegios, institutos y universidades, como en sus trabajos respectivos, se dedicaron a proferir esos insultos que ya todos conocemos, entre los que destaca el "Puta España" y el "Putos españoles" con los que creen hacernos daño. Eso sí, lo hacen siempre de forma muy democrática, con un talante muy democrático, con un alarde democrático digno de encomio pero al revés. Hasta cuando incendian Barcelona o las fotos de Su Majestad el Rey, lo hacen de forma democrática. Ellos son la quintaesencia de los demócratas. Lo hacen todo de forma tan perfecta que lo de menos son los destrozos y el empobrecimiento de una Cataluña en otro tiempo próspera y ahora sumida en la ruina o casi.

Vergonzoso lo ocurrido el lunes pasado en Barcelona. Qué vergüenza y qué pena. Buena parte de la prensa internacional levantando acta de la nueva intervención de la heredera, que se expresó en un correcto catalán y, en el exterior, un nutrido número de energúmenos ensuciando a España y por ende a Cataluña. De poco les sirven las costosas embajadas y sus afrentas constantes al Estado español y al Jefe del Estado. Ellos mismos se retratan todos los días. Ellos mismos empocilgan su presente y su futuro incierto. Los políticos no saben resolver la situación y sabido es que, a río revuelto, ganancia de pescadores.

Me repatea la forma democrática que tiene el independentismo catalán de resolver sus problemas. Se constituyen en forma de turba y, ¡hala!, a meter miedo, a insultar, a pegar a todo el que se les ponga por delante si no están de acuerdo con la doctrina que imparten. Eso sí, siempre, de forma democrática, muy democrática.