Sí, hombre, ¿cómo se llama a eso que un gusano independentista le hizo a una señora que portaba una bandera de España? Lo ha visto todo el mundo. Tras quitarle la bandera, le pego un manotazo, que la tiró al suelo en una caída que pudo haber tenido fatales consecuencias. Así y todo la señora, entrada en años, se levantó del suelo y con más gallardía, y con más valentía que el gusano independentista, fue en su busca aunque el susodicho ya había desaparecido entre la multitud, sin dar la cara, como no puede ser de otra manera. Sigo preguntando. A ese acto de violencia cómo hay que llamarlo: ¿Violencia machista? ¿Violencia de género? ¿Violencia territorial? ¿Violencia terrorista? ¿Violencia independentista? ¿Violencia catalanista? No hace falta bautizar a la violencia pura y dura que ejercen los del 'tsunami democratic', alentados por Omnium Cultural, cuyo líder fue el primero en hablar del 'tsunami' en pleno juicio del 'procés'.

Ya he oído por ahí a algún impresentable decir que la señora se tenía que haber quedado en su casa. Eso es lo que hacen los tibios, los cobardes, los de boquilla y los de bocachancla. Por esa regla de tres, cuando la Policía, sea la Nacional o sean los Mossos, carga contra los manifestantes y como resultado se produce algún herido, oiga, que se hubiera quedado en su casa. Porque mientras niños, adolescentes y jóvenes, salen a vociferar su odio contra España y los españoles, los políticos catalanistas se quedan en sus respectivas casas viendo por la televisión el vergonzoso papelón que están haciendo, aunque no quieran reconocerlo.

Mientras, por un lado, Kim Jomg-un Torra, les alienta a tomar la calle, a dar leña y a gritar consignas contra España, por otro manda a los Mossos neutralizar a los bárbaros y cargar contra ellos. Este tío es de lo más contradictorio. No sé si no estaremos ante un nuevo caso, en político y catalán, de doctor Jekyll y míster Hyde. Lo de Cataluña es una locura y lo de Barcelona un sinsentido. Me contaba una amiga que trabaja de azafata de tierra en El Prat que ha sido horroroso lo que allí se vivió la otra noche. Me comentaba que los manifestantes provocaban constantemente a las fuerzas policiales y que vio incluso como arrojaban pesados extintores, amén de piedras y otras cosas, contra los policías. Mi amiga, que es muy catalana, no salió en ningún momento de la conversación a favor de los manifestantes, todo lo contrario, estaba horrorizada y no hacía más que repetirme: "¡En qué nos hemos convertido los catalanes!" No me atreví a contestarle.

Quiero volver a la señora que un animal arrojó al suelo de un manotazo. Estoy esperando reacciones de las que se sitúan en primera fila de la crítica y del feminismo cuando de defender, a veces lo indefendible, se trata. Chicas, se trata de una mujer como nosotras. O, qué pasa, ¿que si defiende la bandera de España hay que mirar hacia otro lado, pero si lleva la tricolor o la estelada hay que pedir responsabilidades? Mujeres somos todas, ¿no? A lo mejor es que hay clases y clases y a la que pertenece la señora en cuestión, no es digna de defensa. Pues yo me solidarizo con ella. La lástima es que los gusanos no dan la cara, cometen la fechoría, se embozan en el pasamontañas, porque son incapaces de dar la cara, y salen huyendo como ratas.

Apelo a la Justicia, una vez identificado el agresor-maltratador para que lo juzgue por violencia de género, y como el acto fue público que le busquen las vueltas y caiga sobre el individuo en cuestión todo el peso de la Ley. Ese es mi deseo que no veré materializarse. Porque hasta en esto de la violencia de género hay dos varas de medir.