A veces nos critican en la Diputación que tengamos una visión pesimista de la situación de Zamora, como si eso fuera un desdoro para la provincia y sus gentes. Si decimos que llevar agua potable a algunos pueblos en cisternas o en botellas en pleno Siglo XXI de manera habitual nos acerca al tercermundismo, nos acusan de no querer a sus gentes y de no disfrutar de su belleza, de dar una mala imagen de nuestros pueblos y de perjudicarlos.

¿Qué hay que hacer entonces si los pueblos no tienen agua? ¿Callarnos y disimular para que no se entere nadie, o para no dañar la imagen de los responsables?¿Censurar a quienes denuncian la sed como hicieron los censores del tardofranquismo con la canción de Cecilia que, referida a España, he elegido como título de este escrito: Mi querida España, esta España "mía" (en lugar de "viva"), esta España "nuestra" (en lugar de "muerta"). Mía y nuestra, la misma España de todos, en lugar de viva y muerta, las dos Españas enfrentadas aunque ambas sean dos caras de la misma "mi querida España".

Querer a Zamora, esta Zamora viva, esta Zamora muerta, es decir que la Consejera de Sanidad, Verónica Casado, no es humanitaria ni compasiva ni valiente -como nuestra Verónica de la Semana Santa que alivió el sudor dolorido de un reo judío al que iban a crucificar como a tantos otros- sino que quiere cerrar los consultorios médicos de los pueblos o abrirlos sin médicos, o atendidos por telemedicina aunque no haya cobertura del móvil ni internet, o trasladar a los pacientes enfermos sin transporte público, o con transporte a la demanda sin móvil y el fijo averiado cada dos por tres.

Querer a Zamora, esta Zamora nueva, esta Zamora vieja, es advertir que el vicepresidente de la Junta, un señor llamado Igea, dice que no va a llevar servicios a los 156 pueblos zamoranos de menos de cincuenta habitantes, que pronto serán los 231 de menos de cien porque todos pierden población ¡Casi la mitad de los pueblos de Zamora donde el señor Igea no puede llevar servicios!

Querer a Zamora, esta Zamora en dudas, esta Zamora ciega, es alarmar porque las grandes empresas de ganadería industrial han decidido hacer negocios con esta tierra, a costa de la contaminación de la propia tierra y del agua, y a costa de la ruina de los ganaderos y agricultores de siempre que no podrán seguir viviendo en la provincia y desaparecerán ante el pez grande que se come al chico. Y tras ellos, desaparecerán los escasos habitantes que no tendrán agua potable, "ni huerto verde, ni pozo blanco", ni pájaros cantando.

Querer a Zamora, esta Zamora mía, esta Zamora nuestra, es estar con las asociaciones de los pueblos que pierden las subvenciones de la Diputación porque no saben tramitarlas a través de una administración electrónica donde no se ven las caras como en la futura telemedicina.

Querer a Zamora, como a esta Zamora viva y no muerta, es reconocer que los pueblos pequeños que tanto estorban al señor Igea para llevar servicios y que tanto perturban para reordenar la sanidad rural, se mueren si las mujeres rurales no encuentran servicios para su vida y para desempeñar su trabajo. Ellas que cuidan la tierra desde tiempos inmemoriales y dan de comer al mundo desde siempre aquí y en el tercer mundo, ese sí de verdad.

Y mi querida Zamora, como mi querida España: "¿Dónde están tus ojos? ¿Dónde están tus manos? ¿Dónde tu cabeza?", también es no admitir que vengan políticos de otras a tierras a abusar de nuestros ojos, manos y cabeza, mintiendo cuando dicen que las Trece Rosas torturaban, violaban y asesinaban. Tratándonos como si fuéramos analfabetos o de derechas. Que no lo somos. Los mismos políticos de partidos de nueva hornada que alzan su Vox para negar los miles de asesinatos por la violencia de género, mujeres de España muerta.

Mi querida Zamora, como mi querida España: "Ahora te despiertan, versos de poetas". Como se despertaron los poetas y escritores de la Generación del 98, cuando se perdió Cuba tras una guerra con Estados Unidos, a quienes como a Miguel de Unamuno, "les dolía España" porque era la "España de charanga y pandereta" de Machado.

La Zamora como la España "viva, nueva, en dudas", la Zamora mía y nuestra, despierta frente a la "muerta, vieja y ciega", para decir aunque nos duela: con la Plataformas de la Sanidad Publica, que no cierren los consultorios médicos de los pueblos como cerraron en su día las escuelas; con las asociaciones de la Coordinadora de la España Vaciada, que no sigan vaciando los pueblos de servicios, señor Igea; con los que alertan del cambio climático, que no instalen macrogranjas con purines contra el agua y la Tierra; con las feministas reconocer que las matan aunque alimenten el Planeta; con los pensionistas en marcha, que se abran "ojos, manos y cabeza" para reclamar el derecho a una pensión y vida dignas; con las asociaciones de memoria histórica, preguntarnos "¿quién pasó tu hambre, quién bebió tu sangre cuando estabas seca". Querer a Zamora, querer a España, va más allá de banderas y de himnos nacionales sin letra, para cantar las verdades como Cecilia sin censura previa. Y decir con ella: "Quiero ser tu tierra, quiero ser tu hierba, cuando yo me muera".

Y querer que Cataluña -acaba de salir la sentencia del procès- quiera ser también nuestra tierra y nuestra hierba, de una España federal. Pero España.

Con el poeta decirle al Sr. Requejo que nos pide ignorar la situación de Zamora: "No he de callar por más que con el dedo, silencio avises o amenaces miedo" (Quevedo). Y al Sr. Igea: "No hay pueblo español, chico o grande, que no encierre una enseñanza" (Azorín). Aunque cerraran la escuela.

Zamora, también camisa roja de mi esperanza.