Siendo como es un país civilizado que presume de ello, y una de las democracias europeas con más quinquenios y decenios, aunque no esté precisamente en el ranking de los 10 países más democráticos del mundo, en el Reino Unido habita una especie humana de difícil catadura. Tanto lord y tanta lady, tanta nobleza y tanto glamour y sin embargo buena parte de los súbditos de Su Graciosa Majestad, ¡Dios salve a la Reina!, están por civilizar. O están muy reprimidos en la isla o cuando vienen a España se desinhiben de tal manera que resulta un pueblo irreconocible. En el fútbol y en el ocio se les reconoce por sus barbaridades.

No sé hasta qué punto nos interesan los turistas británicos. Encima, tengo la sensación de que no dejan muchas libras, excepción hecha de los que vienen para quedarse en los archipiélagos o en la costa peninsular. Con ellos no sólo llega el escándalo, llegan costumbres nuevas y asquerosas que dan al traste con una moderna y pacífica convivencia al sol del mediterráneo entre autóctonos y foráneos. Y no que llegan y acoquinan a los nuestros con sus salvajadas.

A ver qué es el balconing más que una salvajada. Mire que se ha cobrado ya varias víctimas mortales, casi todas británicas, sin embargo siguen en sus trece como si de funambulistas se tratara, haciendo el indio por apartamentos y hoteles. Son el 'terror britannorum' si se me permite expresarlo así, para propietarios, vecinos y directores de hotel. No conformes con el balconing, con traer en jaque a la policía local, con armarlas pardas, con ser los mayores 'secantes' mundiales de alcohol y en vista de que siempre están ideando nuevas modalidades, ahora se han sacado y no de la manga, si no de sus partes, una nueva experiencia: el "meading".

Si tengo que explicarle en qué consiste, se lo explico, pero se entiende fácilmente. El 'meading', consiste en desenfundar por encima del bañador la manguera viril y miccionar desde un balcón en la vía pública, sobre los viandantes, el césped del hotel, la piscina o allá donde alcance el chorro. Todo depende de las birras que se hayan bebido. Lo ha contado el tabloide británico "The Sun" que ha publicado una información acompañada de video, en donde se ve a un joven turista británico, alojado en un hotel de Magaluf, en el municipio mallorquín de Calviá, orinando directamente a la calle desde la terraza de la habitación del hotel. El meón éste, orientó su micción sobre dos mujeres que paseaban por la calle y que se pusieron a cubierto ante el chorreón. Encima estos 'piggy' no anuncian aquello tan español de: "agua va" para poner sobre aviso a la gente.

Magaluf no es lo que era Y así sucesivamente los sitios más emblemáticos de la gran isla, conocidos por la afluencia de turistas británicos. Y saber que hubo un tiempo, en el que muchos mallorquines preferían no sólo hablar inglés, si no al turista inglés por encima, muy por encima del turista español, identificándose más con la cultura y la forma de vida británica que la española. ¡Tomad ingleses! Manifestaciones de ese tipo se las escuché decir en más de una ocasión a guapísimos y apuestos guías que se deshacían en atenciones con los británicos frente a la poca cuerda que daban a los españoles como ellos.

En Mallorca sólo faltaba el 'meading' para enguarrar más la isla que sigue siendo maravillosa en los lugares más alejados de esa masificación que proporciona cierto turismo indeseado, y para hacerla objeto de una publicidad también indeseada que aleja al turismo de calidad en beneficio de estos guarros made in United Kingdom.