Pues claro que no hizo falta, ninguna falta que el astro rey se impusiera en el cielo zamorano el pasado domingo. Hay que recordar que se conmemoraba el Corpus Christi y el refrán siempre ha relacionado ese día con el sol. Ha cambiado del jueves al domingo siguiente y gracias a tantos, Zamora ha recuperado el esplendor de otros tiempos en la celebración que volvió a llenar la calle de altares, de niños de primera comunión, de pétalos de flores, de fervor, de alegría y de fe. En la Zamora aconfesional de mayoría católica, la fe se impone. Si España y Toledo se mostraban orgullosos del Corpus toledano, Zamora se echó a la calle orgullosa de su tradición, vistiéndose de gala para la celebración religiosa que congregó a cientos de personas. Lo popular y lo religioso unido, en armonía.

La Virgen de la Concha, patrona de la ciudad, de su Ayuntamiento, de la Semana Santa y de no sé cuántas cosas más, no estuvo sola, recibió incluso en su altar de la Plaza Mayor, bajo el palio celeste, al mismísimo señor Obispo. Don Gregorio volvió a la plaza del pueblo, a la plaza grande, a la plaza de todos los zamoranos para celebrar la Santa Misa, para pedir por todos los zamoranos, los que creen y los que no. Don Gregorio es el primer sacerdote de la Diócesis, y cuando reza o celebra misa no hace distinciones, su plegaria se extiende a todos por igual.

Hay que ver cuántas viejas costumbres hundieron su raíz en la tradición del Corpus. No sabría con cual quedarme. Los altares dispuestos en el camino. Especial emoción me causó el de los Crespo Rubio. Me vino a la memoria la figura del patriarca, Antonio 'Totó', tan aferrado a la fe. Y cómo no, la presencia siempre hermosa de los niños y las niñas. Los que volvieron a vestir el traje de su Primera Comunión que se contaban por decenas, como el de esos querubines, Inés y Sofía, Enma, Adriana, Elsa y Alex, que protagonizaron el acto de la bendición de los bebés, todos con sus mejores galas que estaban para comérselos.

Para que luego algunos, son tan pocos que casi no cuentan, despotriquen sobre esta y otras tradiciones que quisieran erradicar a toda costa. No se dan cuenta que cuanto más arremeten contra los creyentes, más nos afianzan en la fe católica. El domingo escuché un comentario inadecuado sobre la monitora española del Opus Dei que ha fallecido en un accidente en Costa de Marfil. "Que no hubiera ido" dijo alguien con muy mala baba. Si no fuera por personas como Teresa Cardona y tantos voluntarios como la Iglesia española envía a los países en vías de desarrollo, mal les iría a sus habitantes. Gestos como el del padre Jesús Campos, párroco de San Lorenzo, que se quita de su tiempo de ocio en verano para visitar países como Angola donde necesitan de todo: material sanitario, pan, agua, material educativo, apoyo, fuerza, esperanza y fe. Y como Jesús, cientos de misioneros zamoranos que han entregado su vida a esa hermosa y edificante misión.

Volviendo a la celebración del domingo, Zamora estuvo a la altura. Muy por encima de La Negra, El Ramón, el Turco y El Abuelo. A cuantos, la Tarasca nos devolvió a la infancia. La Banda de Cornetas y Tambores de Jesús Nazareno que puso la banda sonora original del día a la mañana dominical. Y las buenas gentes de La Morana. Y los zamoranos que hicieron de la misa y la Bendición del Santísimo un acto multitudinario. No hizo falta el brillo del sol. La lluvia respetó la celebración y Zamora volvió a vivir su mejor Corpus.