Es una expresión que se repetía con cierta frecuencia en los años "setenta", consecuencia de los dibujos animados de la tele, donde se lo decía un perro, llamado Canuto, a su hijo "muy amado", de nombre Canito. Y es que ambos canes de veían envueltos en problemas y aventuras de todo tipo, de los que salían huyendo ante la imposibilidad de resolverlos con sus propios medios. ¡Canito hijo mío, huyamos por la derecha!, decía siempre el padre, algo corto de mollera, a un hijo muy despierto para su temprana edad. Y, a partir de aquel instante, ambos salían despedidos fuera de la pantalla a velocidad supersónica.

Eso, más o menos es lo que nos está pasando a muchos españoles cuando vemos en la tele alguna noticia o tertulia relacionada con el independentismo catalán, que como no sabemos cómo se resuelve el problema, y ni siquiera podemos defendernos, nos gustaría salir huyendo como Canuto y Canito, bien hacia la derecha o bien hacia la izquierda, hartos de soportar a diario las insulseces y extravagancias de quienes solo parecen disfrutar dando la lata, y soltando ocurrencias o despropósitos con la aviesa intención de irritarnos, de medir nuestra capacidad de aguante ante las provocaciones. Y es que nos rebelemos a tener que aceptar que somos como aquel automovilista que, atrapado en un atasco de autopista, al no poder avanzar, y no tener opción a resolver el problema, esperaba que el tapón de tráfico llegara a disolverse, por sí solo.

Hay quien, como el presidente de Cantabria, el populista Miguel Ángel Revilla, prefiere cambiar de canal y pasarse a ver el "National Geographic", según dijo el otro día en una entrevista concedida al periódico "Huffington Post". Y es que cada uno se defiende como puede de tanta pesadez, de tanto coñazo, incapaz de aguantar la misma cara, los mismos personajes, diciendo las mismas cosas todos los días.

A más de uno le habrán entrado ganas de volver a leer a Aristófanes en busca de alguna idea, como aquella de las mujeres de Atenas, que hartas de que los hombres solo pensaran en ir a la guerra, para darles por saco, pusieron en práctica una huelga de sexo, en aquella comedia titulada "Lisístrata".Y es que de los clásicos siempre se puede sacar alguna idea, y una vez hecha nuestra, siempre se podrá aplicarla en plan pacifista, y así devolverles esa pesadez de lo que ellos llaman el Procés, bien sea con una huelga, como las atenienses, o con cualquier otra cosa que llegue a incomodarles.

Si lo que pretenden es aburrir, lo han conseguido, porque ha llegado el momento en que nos sentimos incapaces de seguir sus elaboradas mandangas sin bostezar y caer en el tedio, porque no hay canal televisivo que se libre de dar arrimo al asunto. Unos más que otros, pero todos dan la vara con el mono tema, sin compasión para quienes preferimos enterarnos de otros asuntos de mayor interés, como por ejemplo de la desertización y del cambio climático. Porque ya me dirán ustedes de que nos vale saber quiénes son los del PDeCAT, que antes eran los de CDC, y antes los de Junts pel Sí, que venían a ser los genuinos de CiU, o sea los del "tres por ciento", los mismos de siempre. Algo similar podría decirse del "extraordinario interés" que tenemos en conocer a quiénes representan a la CUP, a la ANC o a los CDR. Siglas y siglas, una sopa de letras imposible de digerir como ese plástico que nos han dicho estos días que engullimos con la bebida y los alimentos, a razón de unos cuantos microgramos diarios, sin que seamos conscientes de ello.

Imposible seguir el tema del independentismo catalán, y menos aun para quienes no nos gustan los seriales televisivos, para los que ni siquiera nos hemos plegado a ver "Juego de Tronos".

Aquellos que pensamos así, no podemos por menos de echar de menos a Canuto y a Canito, porque, al fin y al cabo, ellos siempre podían huir por la derecha y, por si fuera poco, el dibujante de la "Hanna Barbera" les arreglaba sus problemas al final de cada capítulo.