Se define raíz como "el órgano de las plantas que crece en dirección inversa a la del tallo, carece de hojas e, introducido en tierra o en otros cuerpos, absorbe de estos o de aquella las materias necesarias para el crecimiento y desarrollo del vegetal y le sirve de sostén". Vamos descubriendo con el avance de las ciencias que de una u otra manera todos los elementos que conforman vida y universo están interrelacionados y responden a unos mismos principios y leyes.

Como las plantas, también los seres racionales tenemos raíces que nos aportan el anclaje último y más fuerte cuando las vicisitudes de la existencia parecen separarnos del suelo y también el alimento espiritual que nos une a los que nos precedieron y nos perpetúa en quienes nos suceden en el tiempo. Por mucho que con su sabiduría habitual diga un refrán que "no se es de donde se nace sino de donde se pace", en el fondo de nuestra masa neuronal siempre guardamos un enganche a aquel lugar en el que nacimos. Esa conexión atávica y telúrica no responde realmente a una cuestión racional pero existir existe. Y tan es así que existe que cuando al mero hecho de nacer se une la consciencia de pertenecer a ese territorio, a sus gentes, a su historia y a su cultura, nos reconocemos como parte de un cosmos antropológico privado y familiar.

Vivimos unos cuantos en una provincia de la que demasiados se han tenido que marchar, la mayoría no muy voluntariamente, a buscarse un mejor futuro -que suele ser la forma suave de decir que huyendo de un peor presente-. Yo también viví fuera durante un tiempo hace ya muchos años y recuerdo perfectamente lo mismo que percibo en tantas conversaciones posteriores con zamoranos que viven hace tiempo fuera de nuestra provincia, en España y en otros países y continentes. Cómo, a diferencia de lo que ocurre en el amor carnal, la distancia no es el olvido en el amor a la tierra que se siente como propia. A las propias raíces.

Es el zamorano que está fuera el que a veces más siente su amor por su provincia, por su pueblo o ciudad. No hay pueblo en el mundo con más conciencia de unidad que el pueblo judío, precisamente porque durante siglos fue un pueblo sin tierra en la que asentarse como suya. Lo mismo podríamos decir de los exiliados por razones políticas, como aquellos que debieron abandonar España tras la guerra civil. O aquellos zamoranos que lo han tenido que hacer a lo largo de las últimas décadas.

El pasado fin de semana volví a vivirlo en Vigo con la forma en que vive la Semana Santa la colonia zamorana allí asentada. Así se percibe en la magnífica iniciativa en las redes de "Exiliados zamoranos". Ellos son tantas veces la voz más pura de sus raíces que son las nuestras que haremos bien teniéndolos mucho más en cuenta de aquí en adelante por el bien, fundamentalmente, de Zamora.

www.elespejodetinta.com