A petición del reino de Bután, las Naciones Unidas proclamaron el Día Internacional de la Felicidad, el 20 de marzo. Desde 2013, se ha venido celebrando ininterrumpidamente tan fausto día como reconocimiento del importante papel que desempeña la felicidad en la vida de las personas de todo el mundo. Lo lamentable es que día tal sólo ha ocupado un pequeño espacio en el tiempo que los informativos dedican a bombardearnos con noticias de todo tipo, buenas, malas, falsas e inventadas. Un día tan extraordinario como el 20 de marzo debería celebrarse por todo lo alto en todo el mundo, convirtiéndose en noticia prioritaria, fundamentalmente para las cadenas de televisión que apenas le han prestado atención.

Esto de la felicidad debe importar mucho a las sociedades orientales que todo lo miden, porque a las sociedades occidentales 'fruslerías' como la felicidad parece importarles un bledo. Craso error. Nada debería ser tan importante como la felicidad individual y colectiva de los ciudadanos. Dentro del pequeño Reino de Bután, se lo toman tan a pecho que se mide con mayor importancia el índice de Felicidad Nacional Bruta que el propio PIB. En Europa y en otros tantos países, el PIB cuenta más y tiene más relevancia que el IFNB.

La mayoría de españoles, y por ende de zamoranos, ni se enteraron de lo que el pasado día 20 se conmemoraba. Estábamos todos absortos con la entrada de la primavera que ya habita entre nosotros y se dio de lado a lo que Bután celebró por todo lo alto y todo lo ancho. Sostenía Gabriel García Márquez que "No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad". Sin embargo parece que no estuviéramos dispuestos a prescribírnosla a nosotros mismos y a los demás. Por eso, desde las Naciones Unidas invitan a todo el mundo, desde la sociedad civil hasta organizaciones internacionales, nacionales, regionales y locales a unirse a esta fiesta en el ámbito de la educación y lo social para realizar y promover actividades concretas.

Seguro que en algún colegio de Zamora lo han hecho al pie de la letra y han celebrado el Día de la Felicidad interiorizando también su importancia, para luego poderlo compartir con los demás, amén de que, a buen seguro, habrán llenado el colegio de frases alusivas a la felicidad que todos deberíamos conocer. Por cierto, la felicidad si no es compartida, no merece el nombre de felicidad; es insípida. La reflexión es de Charlotte Brönte. Y no le falta razón a la autora de 'Jane Eyre'. No hay que guardarse la felicidad para uno mismo olvidándose de los que nos rodean, vivirla a tope es compartirla con los demás. Habrá quien piense que no teníamos motivo alguno para celebrar tan fausto día, dada la coyuntura social. Pero lo cierto es que siempre hay un resquicio para celebrarla y que responde a la necesidad y aspiración humana universal de tener un mayor bienestar y la máxima felicidad posible en nuestras vidas. Felicidad que no consiste en acumular, en acaparar, en tener más, en convertirnos en esos personajes malvados de alguna que otra obra de Dickens. Dale Carnegie sostenía que si bien el éxito es conseguir lo que se desea, la felicidad es desear lo que consigues. He ahí la diferencia.

Deberíamos empeñarnos en intentar ser más felices. Hay que pedir la receta a los habitantes del reino de Bután. Con grandes dosis de felicidad, que tiene como compañera la alegría, estoy convencida de que, entre todos, haríamos un mundo mejor para vivir. Por lo tanto, por favor, no dejemos pasar la felicidad.