Es cierto que en la creciente mendicidad que se observa en las grandes y no tan grandes ciudades hay una cierta mendacidad encubierta. No es menos cierto que la crisis aumentó notablemente el censo de las personas indigentes, de los sin techo, de los que se ven obligados a hacer de la calle su hogar y su lecho. Muchas de esas personas pertenecen a los llamados "pobres con corbata", gente que gozaba de una posición y que, prácticamente, de la noche a la mañana, vieron reducido su bienestar hasta el punto de perderlo todo, los bienes materiales, pero también a la familia, esa es la parte más dolorosa de su nuevo estado. Bien es verdad que hoy en día y gracias a Cáritas, además de techo, pueden comer de caliente, pueden dotar de dignidad la indignidad de la pobreza extrema. Porque a la situación por la que atraviesan, cuántas veces bañada en alcohol, hay que añadir la desafección social. Pierden familia, pierden amigos y pierden vecinos. Porque a todos estos les da cómo reparo manifestarse como tales. Para muchos no es lo mismo tener un amigo que goza de una buena posición que tener un amigo que ha caído en el pozo sin fondo de la pobreza.

Que los indigentes, que los sin techo son vulnerables da fe el número de agresiones que sufren. Y da igual que sean hombres o mujeres. En este detalle el orbe feminista no ha caído. Porque si eres indigente y mujer, es mucho peor, la desigualdad nos persigue hasta en ese aspecto. Encima si la mujer es indigente y joven, es sujeto propicio a la violación. Mire por donde, las indigentes violadas, además de no ser carne de informativo, no cuentan con el respaldo unánime del feminismo.

Ser indigente y ser víctima está a la orden del día. El último episodio se ha producido en la localidad canaria de San Bartolomé de Tirajana. Un indigente de 61 años y nacionalidad rumana fue asesinado el pasado enero. Este hombre, se desplazaba en silla de ruedas debido a la amputación de los miembros inferiores. A la hora de defenderse de cualquier tipo de agresión, lo tenía francamente difícil por la terrible limitación que sufría. Pues bien, este hombre fue estrangulado y posteriormente quemado tras ser rociado con un acelerante en un recinto abandonado donde solía pernoctar.

Una vez más la Policía Nacional no se ha dormido en los laureles y ha conseguido dar con los autores del vil asesinato: un español de 43 años y con antecedentes judiciales y una mujer de cincuenta años y nacionalidad irlandesa. Quiero a España libre de maltratadores, pero también quiero a España libre de asesinos de todas las calañas. Y empleando otro tono distinto, también la quiero libre de indigentes, porque eso supondría que tienen un techo digno bajo el que guarecerse y están recuperando la dignidad perdida. La indigencia no puede señalarse ni con una letra escarlata ni con un signo, el que sea, como el que identificaba al pueblo judío durante el nazismo. Salvo esas excepciones que siempre confirman la regla, ser indigente no es ni un oficio ni una profesión, tampoco una lacra, si acaso una desgracia que gobiernos y sociedad deben tratar de reparar sin tener que confiar ese cuidado siempre a los mismos, las organizaciones de la Iglesia Católica que están realizando una labor magnífica. Magnífica también la labor desarrollada por tantos ciudadanos anónimos en otras capitales de provincia, que unen esfuerzos para dar de comer al hambriento en calles y plazas donde se agrupan. No olvidemos que los tocados por esa pobreza extrema, son indigentes pero nunca leña, ni carne de cañón. Respeto también para ellos. Y ellas.