Hace unos años -no más de siete u ocho- conduciendo un automóvil un poco por debajo de la velocidad autorizada en una carretera nacional, vi por el espejo retrovisor cómo se acercaba rápidamente una furgoneta de color blanco. Me dio alcance en un santiamén, me pasó como una centella y luego desapareció de mi vista perdiéndose enseguida entre el tráfico. Calculé a ojo de buen cubero que la furgoneta iría a 140 o 150 kilómetros por hora, lo que me pareció una temeridad por parte de su conductor dadas las condicione de estabilidad del vehículo, con el techo muy alto como casi todos los de reparto. Me consolé pensando que se trataría de uno de esos 'Fittipaldis' que gustan de darle al zapato hasta que los para la Guardia Civil y no le di mayor importancia al incidente. Hasta que en otro desplazamiento me ocurrió algo parecido. Comenté entonces el caso con los amigos y me encontré con la sorpresa de que todos habían tenido experiencias paralelas. La conclusión fue evidente: por las carreteras del país circulaba una legión de furgonetas conducidas a velocidades de vértigo por unos conductores locos que se pasaban las normas de tráfico por la entrepierna. Pero, cual era la causa del fenómeno?

Las teorías fueron muy variadas aunque la que más me impresionó fue la de un contertulio que apuntaba a la creación en una ciudad del Norte de una plataforma de distribución de mercancías especialmente exigente con los horarios de entrega. Esa metodología de trabajo (ultracapitalista y ultradespiadada) propiciaba la existencia de una amplísima nómina de conductores desquiciados, que subcontrataban servicios a precios de saldo y recurrían con más frecuencia de la deseada a la ingesta de estimulantes para que no se les cerrase el ojo en jornadas agotadoras. A este cuadro humano tan particular había que sumar la acampada en las proximidades de las fuerzas policiales de intervención en el País Vasco también muy necesitadas de "vitaminas" para aguantar el estrés en aquellos años de violencia. Aliviar la tensión tiene un coste y en el lugar de referencia un análisis del agua de la traída municipal dio como resultado una concentración de cocaína superior en algunos casos a la de Nueva York... Escribí un artículo sobre aquellas conclusiones y el asunto cayó en el olvido hasta que pude leer estos días un reportaje sobre las causas de los accidentes de trafico por colisiones con furgonetas. Buena parte de ellos provocados por el agotamiento de los conductores en jornadas de práctico esclavismo, o por la vejez de unos vehículos demasiado explotados y mal cuidados. Una situación que tiende a agravarse por la irrupción en el mercado de plataformas de comercio electrónico que exigen el draconiano cumplimiento de los plazos de entrega. Al coste (sobre todo humano) que sea. Hace un tiempo Borja Cardelús y Muñoz Seca (nieto del famoso comediógrafo) publicó un libro con el sugestivo título de "El país de las furgonetas blancas" en el que incidía en el vicio muy español del derroche en cuanto se tiene algo de dinero. Y allí criticaba el hecho de haber preferido la distribución (en furgonetas blancas) de productos de elaboración propia en vez de su fabricación. Curiosidades.