Idénticos no somos. Contamos con los mismos órganos y funciones, pero no somos idénticos. Dependemos del medio donde crecemos, de cómo interpretamos la realidad, de qué valores e ideas asumimos como propias con las que guiamos nuestra conducta.

Cuando abordamos el tema de la igualdad, no nos referimos a lo anterior, nos referimos al acuerdo imprescindible para vivir con salud y libertad, y establecer unos mínimos de cuidados que estamos dispuestos a garantizarnos. Damos el mismo valor a la existencia de cualquier persona, y el mismo derecho y deber para tomar y asumir decisiones en esto del vivir juntos. Para denunciar que no cumplimos el acuerdo, no valen los buenísimos fundamentalistas que corren por las redes advirtiendo que la solución es más religión, más educación, más economía, más españa. Ese "yo ya lo he dicho" que tienen las redes es propio del que no quiere comprometerse ni asumir la culpa que en mayor o menor medida tenemos todos por permitir desigualdades. El bien para unos es mal para otros, y este es el primer dilema al que nos enfrentamos.

No sirve que sean las instituciones las que sancionen o discriminen positivamente con el fin de erradicar la desigualdad. Las instituciones pueden venderse al mejor postor, como hemos sufrido, y ser la fuente de la mayor de las desigualdades, del terrorismo político. La igualdad, fundamentalmente, depende de los comportamientos que llevemos a cabo en la convivencia porque le damos un valor por encima de otros intereses. Y podemos estar seguros que hay muchas personas que no tienen ni el menor interés de ser iguales. Al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. El 1% más rico de la población española concentra más riqueza que 35 millones de personas. La inversión española hacia paraísos fiscales creció un 2000% en los últimos años. Los técnicos de Hacienda calculan que se dejan de recaudar cada año 90.000 millones que se distraen con tretas legales y fraude fiscal. Al cura de mi pueblo cada vez le alcanza menos el sueldo pese a que la Iglesia, a través de la declaración y las exenciones, recibe de nosotros 11.000 millones anuales. Es decir que, ande yo caliente.?

La desigualdad entre hombres y mujeres, corre por los mismos andurriales: es interesada y provocada. Un ejemplo. En nuestras televisiones cada cinco minutos una mujer es amordazada, o violada, o humillada. Nadie manifiesta asco o indignación por las cosas "que nos echan". Somos muy exigentes con el etiquetado de la comida y nada con lo que alimentamos nuestra manera de ser. Una información sobre lo saludable que es la fruta suele venir acompañada de la foto de una mujer con la manzana de Eva en plena tentación postural.

La igualdad es más que decidir quién limpia el baño o que la Constitución garantiza que todos somos iguales ante la Ley. La igualdad es cultura asumida sin amenaza, la convención de una sociedad que pone el respeto a todas las personas en lo más alto de las razones de convivencia. No cabe argumento, ni tesis sociológica, somos, socialmente hablando, iguales. No queda otro remedio, no puede ser de otra manera. La desigualdad es la desviación de esa razón y no viceversa. Y, si no nos gusta, lo vamos a pasar mal y se lo vamos a hacer pasar mal a las demás personas. Y un país sin igualdad es detestable.