La celebración de los 40 años de la Constitución española ha sido un pretexto para organizar encuentros, jornadas y foros donde debatir sobre el significado, la importancia y la vigencia de la Carta Magna. Por lo escuchado a unos y otros, aunque es cierto que durante estos años hemos gozado de una estabilidad política y de un desarrollo económico y social sin precedentes en la historia de España, no obstante, existe también un acuerdo bastante generalizado sobre la necesidad de emprender un proceso de actualización de algunos artículos, adaptándolos a las nuevas realidades y, por consiguiente, a los nuevos retos que debemos enfrentar en ámbitos fundamentales: tecnológicos, demográficos, globalización, cambio climático, desarrollo sostenible, etc. Pero la celebración ha servido también, y es lo que hoy me interesa destacar muy especialmente, para comprobar cómo y cuánto hemos cambiado los españoles de a pie, también los zamoranos que habitamos en este rinconcito de un país que, tras 40 años de singladura, está irreconocible.

Aunque las comparaciones suelen ser odiosas, nadie negará que en apenas 40 años se han producido en España unos terremotos sociales, políticos, económicos y culturales de tal calibre que solo son posibles de reconocer si nos paramos en mitad del camino a observar el tiempo transcurrido a través de la consulta de documentos, noticias, reportajes, fotografías, etc., huellas de nuestra más reciente historia personal y colectiva y, por consiguiente, materiales imprescindibles para emprender un ejercicio de reflexión que se antoja imprescindible. Echando mano de la revista difundida por este periódico con motivo del 40 aniversario de Prensa Ibérica, editora de este diario, el viernes por la noche, mientras consultaba las noticias más significativas de estos años, no solo tuve la ocasión de emprender un viaje hacia el pasado y volver a revivir algunos episodios clave de mi historia personal, sino, además, de comprobar cuánto hemos cambiado en algunos ámbitos de la vida cotidiana que, hoy por hoy, se nos antojan como si tal cosa.

Por ejemplo, si no se recuerda, muchos habrán olvidado que el adulterio y el amancebamiento fueron delito en España hasta el 26 de mayo de 1978, fecha en que fueron suprimidos del Código Penal; que el 7 de octubre de ese mismo año se despenalizaron también la venta, divulgación y uso de los medios anticonceptivos; que en 1980 se aprueba el Estatuto de los Trabajadores; que en 1981 se aprueba la ley del divorcio; que en 1983 se descubre el virus del Sida; que en 1985 se incorporan las primeras mujeres a la Policía Nacional y que el 12 de junio de ese año España entra en la Comunidad Económica Europea; que en 1987 nacen los Goya; que en 1989 se abren las puertas de las Fuerzas Armadas a las mujeres o que en 2005 se aprueba la ley del matrimonio homosexual. Y lo que casi nadie debería olvidar en estas tierras: en mayo de 1990 se produjo la mayor movilización ciudadana de Zamora en las últimas décadas, con el asalto al Cuartel Viriato tras una multitudinaria cadena humana. Un acto de rebeldía popular que aún me sigue emocionando.