A los que lean esta columna, y no me conozcan, debo decirles que soy un guardia civil jubilado que ha pasado por diversos empleos en la escala de mandos del Cuerpo, estas vicisitudes me han permitido adquirir una gran experiencia en las relaciones de normalidad institucionales con los representantes de las instituciones judiciales. Perdonen si les digo que no entiendo nada el debate que se ha originado en nuestro país por unas escuchas ilegales, carecen de autorización y control judicial y no se han hecho para intentar descubrir algún hecho delictivo sino para difundir conversaciones vulgares sin ningún interés. Espero que a quien corresponda actúe de oficio.

No voy a revelar ningún secreto de Estado. Cuando en el ya lejano año de 1967, en pleno régimen del General Franco, salí promovido al empleo de cabo fui destinado como comandante de puesto en un pueblo donde había juzgado de Distrito, allí me hice socio de un club del que también era socio el Juez del Distrito que vivía en la localidad, al menos un par de veces por semana jugábamos una partida al ajedrez, así es que llegamos a tener un alto grado de amistad. Cuando en los primeros años de la transición ascendí a sargento fui destinado a otro puesto en el cual había Juez de Primera Instancia e Instrucción, el verano que estuve allí ejerciendo coincidíamos muchas tardes en una piscina particular en la cual los únicos ocupantes eran el Juez, su familia y la mía. No me pregunten por las conversaciones que teníamos, desde luego, nada que tuviera relación con los temas de nuestras respectivas competencias. Él y yo teníamos claro que el medio de comunicación para asuntos oficiales no era una conversación en bañador. Supongo que hablábamos del tiempo.

Cuatro años más tarde ascendí al empleo de oficial y en el pueblo al que fui destinado había también juez de Primera Instancia e Instrucción, siempre coincidíamos en todos los actos institucionales, tanto los promovidos por las Autoridades Municipales, como los del Juzgado como los de la Guardia Civil o de cualquier otra institución cultural, bastantes activas entonces. Aquel Juzgado debía ser poco atractivo para Sus Señorías, porque en el tiempo que yo estuve allí, que no fue excesivamente largo, hubo tres jueces. Siempre estábamos en el mismo grupo, y a menudo uno al lado de otro en todos los actos.

Aquella zona fue elegida para pasar las vacaciones el Ministro de Justicia de entonces, terminamos buscando pareja para jugar al dominó y debo reconocer que el Juez de Distrito de mi primer pueblo me ganaba más partidas que yo a él, en el caso del Ministro ocurría todo lo contrario. Éste me obsequió con unos cuantos libros excelentes y su amistad, en el caso del juez me tocaba pagar el café cada vez que perdía, pero todavía conservo el recuerdo de su amistad.

Mis compañeros en activo actualmente estoy seguro que sus relaciones con jueces, fiscales y abogados son como siempre lo han sido y como lo son en los Cuerpos hermanos policiales y por esta zafiedad de comentarios no se van a deteriorar. Somos Cuerpos de Seguridad del Estado, no delincuentes comunes. A mí me preocupa más lo que parece una rebelión de algún juez con las decisiones recientes de la cúpula del Poder Judicial, esto es "harina de otro costal".

(*) Concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende.