Agosto ya no es lo que era. Vacaciones sí; descanso sí; actividad laboral a medio gas (para algunos), pero la actualidad no da tregua, como si estuviéramos en marzo o noviembre. Y no solo por accidentes gravísimos (derrumbe del puente de Génova o de la pasarela de Vigo) ni por los ya constantes e inhumanos problemas con los inmigrantes, sino por esa retahíla de cuestiones diarias que pueden traernos en vilo aunque estemos tumbados en la playa, merendando en la bodega o bailando en las verbenas de la localidad con la nostalgia en auge y el temor al inevitable retorno. Agosto parece reivindicar su estatus de mes casi normal y nos pasa factura, como si quisiera darnos a entender que el relax no puede ser total y que la realidad es la realidad aunque la disimulen el bañador, el pantalón corto y el sombrero de paja. A riesgo de amargarles la siesta tras el vermú festivo y las tapitas típicas, ahí van algunos de esos asuntos que este mes esperado y caluroso nos trae con toda su mala leche de época vengativa:

1)Torra ataca de nuevo.- La mañana había salido medianamente bien. Dos pancartas contra Felipe VI y algunos momentos de tensión entre monárquicos y comités republicanos catalanes, pero la cosa no pasó a mayores. Protagonismo total para las víctimas del 17-A de 2017 y respeto a su dolor. Sin embargo, ya por la tarde, el ínclito Torra volvió a las andadas con frases como : "No pararemos; vamos a atacar a ese Estado injusto". Pronunció estas y otras palabras similares en el homenaje al ex consejero de Interior Joaquim Form ante la prisión donde éste se halla recluido. Fue la forma en que varias entidades independentistas recordaron a los muertos en los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils. O sea, lo importante ahí no eran las víctimas ni todo lo que ocurrió sino los encarcelados. Es decir, arremeter contra España con cualquier disculpa, aunque sea tan escalofriante como lo sucedido en las Ramblas. ¿Y cómo van a atacar al Estado?, nos preguntamos muchos. Desobediencia a las leyes, insultos, maniobras, chantajes emocionales, sociales y de los otros y apropiación de conceptos como Cataluña y los catalanes como si todos allí pensaran y desearan lo mismo. Al más del 50% de los ciudadanos que no piensan como don Torras que los zurzan. Tampoco agosto ha traído aquí paz y sosiego.

2)Debemos hasta las pestañas.- Leo con preocupación y agonía que la deuda pública de España asciende ya a 1,163 billones euros. Si tenemos en cuenta que cada billón corresponde a un millón de millones (el 1 seguido por doce ceros), echen ustedes las cuentas y, si traducen a pesetas, cojan un folio grande para que le quepan todas las cifras. La deuda supone el 98.2% del Producto Interior Bruto (PIB) nacional y va en aumento. Claro que, según los expertos, no es la etapa peor. En 2016, superaba el PIB, lo que equivale a decir que entonces debíamos más de los producíamos. ¡Y nos hablaban de nuestra maravillosa recuperación y de que esto iba viento en popa! Tal vez fuera verdad, pero?Y, claro, las preguntas se acumulan: ¿cómo y a quién hay que pagarle lo que debemos?, ¿a cuánto tocamos por barba?, ¿cómo influirá en nuestro futuro?, ¿qué nos espera si esto continúa así? Mejor no pensarlo?por lo menos hasta septiembre cuando al síndrome posvacacional se sumen otros síndomes y, además, con unas cuantas elecciones por delante. Y aquí se endeuda todo quisqui: el gobierno central, las comunidades autónomas, los ayuntamientos (estos bastante menos) y, ¡ay Dios mío!, la Seguridad Social que ya tiene más números rojos que las cuentas de Rumasa. Vean: la Seguridad Social tenía en junio 34.888 millones de deuda, 7.501 más que en mayo y 17.715 más que un año antes. ¡A rezar!

3)Y sin solución para los inmigrantes.- ¿Quién pagará las pensiones del futuro si cada vez somos más viejos y hay quien quiere echar a los todos los emigrantes? España para los españoles, dicen los superpatriotas. Pero ¿qué españoles?, ¿los que aun trabajan o los jubilados, cada vez más y con mayor esperanza de vida?, ¿a quiénes expulsamos o a los que están laborando en el campo, en los invernaderos, en la construcción, en bares, restaurantes y hoteles, en la atención a personas mayores? Quizás debamos reflexionar sobre estas cuestiones antes de anatematizar y despotricar contra los que vienen en pateras jugándose la vida porque en su país carecen de lo que aquí derrochamos o porque están amenazados de muerte. ¿En esta tierra nuestra sobra gente o la necesitamos para que no se nos mueran los pueblos?

Escenas y escenitas de agosto. Tiempo, ahora que tenemos más ídem y estamos menos estresados, para pensar con detenimiento y amplitud de miras. Creo que no nos estorba. Nos jugamos mucho en el envite.