cuando pensábamos que las procesiones de nuestra querida y vilipendiada Semana Santa llenaban nuestras disputas más absurdas, cuando cavilábamos que el tema estrella iba a ser a partir de ahora las mujeres en las cofradías, en todas, va y se cuela la procesión del Corpus (menos mal que siempre hay algo de lo que elucubrar en Zamora) para el gusto de unos, el disgusto de otros, para aprovechar la ocasión y utilizar esta excusa para lanzarse piedras verbales los unos contra el tejado de los otros; y en medio de todo el Santísimo. No vengo a echar leña en el fuego -ya hay mucha-; simplemente quiero poner sobre el papel aquello que considero es de justicia, no la que por parte de algunas instituciones civiles se intenta aplicar. No olvidemos el adagio latino: "summa lex, summa iniuria" (la suma ley es la suma injusticia).

No se trata, señores, de ver quién estaba antes, tampoco de poner a los libreros, que se ganan su vida dignamente en una ciudad cada vez más apagada, en medio de este rifirrafe; tampoco se trata de colocar todo en la misma línea. Eso no es democracia, es igualitarismo absurdo que termina siendo injusto. No se trata de si la plaza Mayor es mía o tuya: lo que aquí se trata es de sentido común.

Los ciudadanos católicos no venimos a boicotear a los libreros (eso no sería ni humano ni cristiano), no venimos a plantar una moción de censura -aunque ahora sea la moda política hispana- a las autoridades que nos representan (también a los católicos)? Queremos recordar lo que desde siglos se ha venido realizando de forma pacífica, digna, bella, realzando lo que para un católico es lo más sublime: la presencia de Jesucristo, el Señor, en la Eucaristía. Es simplemente sentido común, aunque quizá no haya que darlo ya por común. El sentido común que mandaría ceder a unos y dar las gracias a los otros, pedir perdón por el descuido y aprender a hacer las cosas con tiempo; el sentido común que dice que para los católicos el Santísimo tiene la suficiente dignidad para entrar en la Plaza Mayor como merece; no es que los libreros sean indignos, ni mucho menos, es simplemente sentido común.

A pesar de todo lo leído y oído, a pesar de los enfrentamientos, a pesar de que el Santísimo no recorra nuestras calles, a pesar de que la Plaza Mayor de nuestra ciudad no acoja este año la presencia del Señor, quizá no se vuelva a repetir o sea la primera de muchas, a pesar de los pesares. ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento!