Pues claro que la sonrisa de Leticia Rosino debe ser, es nuestra fuerza, pero también la razón que nos asiste a todos cuantos pedimos penas más duras para los criminales, tengan la edad que tengan, el sexo que tengan, el credo que tengan y la ideología que tengan. Estamos hasta el moño de vernos increpados por menores que cuando se les llama la atención te sueltan aquello de: "Como soy menor". Y ya te amenazan directamente con "no me digas nada, no me toques, que te denuncio". Y tienes todas las de perder. ¡Como son menores! Como si la minoría de edad fuera un salvoconducto a la impunidad.

No podemos dejar pasar la ocasión. No se puede dar tanta cancha a unas víctimas y a otras silenciarlas o prácticamente. Leticia es nuestra y a nosotros nos corresponde mantener vivo su recuerdo y vindicar lo que se viene demandando por parte de la sociedad desde hace mucho, demasiado tiempo: una Ley más rigurosas, una ley de nuestro tiempo, una Ley actualizada que abarque con dureza, la misma que los asesinos emplean con sus víctimas, todos los casos que se han producido, se producen y seguirán produciéndose si no se pone remedio. Yo no sé si la dureza de la ley hará desistir a un asesino, a un criminal, pero por lo menos nos quedará siempre la certeza de que si permanecen en la cárcel se les retira de la circulación y eso hará más difícil esa reincidencia en la que caen buena parte de ellos. Hablo de violadores, de asesinos, de lo más abyecto de ese submundo.

El caso de Leticia no ha tenido la trascendencia nacional que muchos esperábamos. Estoy por ver a ciertos grupos tan vindicativos ellos, alzar la voz por Leticia. No podemos dejar solos ni a su familia ni a un pueblo entero que ha tenido la valentía de echarse a la calle y pedir justicia y leyes más duras porque, como rezaba una pancarta: "no quiero que mis hijos hereden una sociedad sin respeto y sin valores". Es parte del problema, la falta de respeto y de valores. Aquí el único valor que reina es el del dinero fácil, no el del esfuerzo a través del trabajo. Leticia no estaba ni volvía de una noche de juerga y alcohol. Leticia estaba paseando a su perro. A lo mejor el hecho de estar realizando una actividad normal le ha restado protagonismo (cójase la ironía).

Pero es verdad que se echa de menos una manifestación de cierto calibre en esta Zamora nuestra acojonada, incapaz de alzar la voz ante las injusticias, vengan estas de donde vengan. Qué pasa, ¿que sólo se mueve el personal al dictado de las centrales sindicales o de la voz de su amo? Que poca iniciativa, que poco espíritu, en el fondo, que pena. Que mal lo hacemos. Espero y deseo de corazón que no nos olvidemos de Leticia, que no sea un caso más, que no se considere asunto pasado. Cómo es posible que a los tabareses y ciudadanos de otras localidades se sumaran los venidos de otras provincias. Y los zamoranos de la capital ¿qué?

Hay que seguir arropando con la fuerza de la razón y del cariño a los familiares y amigos de Leticia. Porque como no nos armemos bien de razón y de fuerza, habrá, desgraciadamente, más Leticias. Ella y su sonrisa tienen que seguir siendo nuestra principal fuerza.