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Sobramos todos

Ilusiona ver alzarse airados a los mayores, a las mujeres, a la nunca antes tan despreciada juventud

No parece que sepamos hacia donde vamos. En términos colectivos, de sociedad, quiero decir. Lo que sí intuimos es que cuando acabe este siglo nuestra sociedad, nuestros países, gentes y ciudadanos, tendrán poco que ver con lo que conocimos el siglo pasado y no digamos los anteriores. A nuestro alrededor, todo se transforma aceleradamente. Cambian los modos de intercambio, el comercio, las transacciones bancarias. Lo que era el tejido más vistoso y dinámico de las ciudades se nos desvanece: pequeño comercio, kioscos, oficinas bancarias? Va resistiendo, milagrosamente, ya veremos cuánto, el bar, la vieja tasca; tira aún, quiero creer, la hostelería y hospedaje. Cambian de modo radical las relaciones laborales. Lo del puesto de trabajo estable, bien pagado y para siempre empieza a sonar a utopía a los más jóvenes y a los de mediana edad. El campo, lo que llamábamos y aún llamamos sector primario, desapareció hace años del modo en que lo conocimos. Y lo que hay, lo que queda, lo que viene, nos es difícil de reconocer en lo de antaño. Ya no son viables aquellas explotaciones de supervivencia, autárquicas; en las que la tierra daba lo justo para comer, alimentar a la familia e ir tirando. Lo que queda y lo que viene, suena más a industrialización, a grandes explotaciones, cuya magnitud se nos escapa y que no siempre son ya de gente conocida, sino de sociedades de vete tu a saber dónde y qué país.

La sensación de que sobramos, la gente en general, quienes no venimos con unos millones bajo el brazo, es poderosa. La tienen quienes dejan de estudiar en cuanto pueden. Pero también quienes logran acabar carreras universitarias, incluso en plural, Masters de los caros y de verdad incluidos. Las tienen los autónomos y pequeños empresarios. La tienen los profesionales de cualquier ramo, salvo que consigan la bonoloto de una oposición. ¿Qué basura de mundo es este hacia el que vamos, si no nos permite hallar hueco, tener función, aprovechar los conocimientos o potencialidades de cada uno de sus componentes? ¿No se nos dijo siempre, a través de los siglos, que la sociedad somos nosotros, todos y cada uno, sin exclusión, y que nos íbamos organizando precisamente para, todos juntos, hacer más y mejor? Pues algo está fallando sin remedio. En algún momento se han ido quebrando los principios esenciales de cualquier organización social, que empiezan -y terminan- por la búsqueda del bienestar máximo posible para sus integrantes. El mundo hacia el que estamos yendo es un completo sinsentido contra el que nos debemos rebelar. No sé de nadie que quiera vivir en ciudades muertas, donde el comercio, el ocio e incluso las relaciones interpersonales se produzca preferentemente a través de medios electrónicos o virtuales. No conozco a nadie que piense en un mundo feliz donde solo un diez o un quince por ciento de la población tenga todo lo que necesita , mientras todos los demás mueren, reptan o se hacen manteros de ocasión. No resulta concebible un campo sin pueblos; un territorio, una Naturaleza sin otro fin que el ocio urbano o la producción industrial, masiva y sin contemplaciones, de alimentos.

No parece que sepamos hacia donde vamos. No creo que tengamos la más mínima idea. Ni siquiera los idiotas que tienen el poder económico y mueven los grandes hilos de esta sinrazón global, mundial y deshumanizada. Lo que sí es evidente y sabe cualquiera que se atreva a mirar de frente esta deriva irracional es que estamos yendo adonde no debemos. Lo innegable, me parece, es que solo se ve algo de luz entre la bruma si nos iluminamos con las llamas de la indignación. No es aceptable una evolución social en la que sobra la mayor parte de la sociedad y casi todo lo que sus integrantes pueden y saben hacer. Estamos en manos de sicópatas sociales a los que no es tan difícil hacer frente y doblegar, porque todo su poder deriva de nuestra resignación. Por eso ilusiona tanto ver alzarse airados a los mayores, a las mujeres, a la nunca antes tan despreciada juventud? Sobramos todos, piensan quienes insisten en dejarnos sin sueldos, sin empleos, sin ayudas, sin pensiones, sin sanidad, sin educación, sin nada. Solo sobran ellos, en realidad. Pero hay que darse prisa. Si nos demoramos, esto va a quedar bastante peor que un vertedero. ¡Ánimo, que son pocos, torpes y han empezado a sudar!

(*) Periodista, escritor y Secretario de Organización de Podemos Castilla y León

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