Que nadie se alarme. Ningún turista ha visto cómo el restaurante en el que cenaba era asaltado por radicales leonesistas, ni se han colocado pegatinas intimidatorias en sus vehículos de alquiler. Estén tranquilos. La integridad física de nuestros visitantes no corre peligro.

Sin embargo, tras ejercer de guía turístico para un amigo el pasado fin de semana, puedo afirmar que es la nuestra una ciudad hostil al turista, en la que una y otra vez el visitante más entusiasta se da de bruces con espacios degradados, monumentos inaccesibles y horarios tan absurdos como inexplicables. Más les valdría a los amantes del románico o el modernismo comprar una guía monográfica sobre Zamora, porque si lo que pretenden es conocer nuestro patrimonio de primera mano no lo van a tener nada fácil.

Y es que Zamora tendrá 22 iglesias románicas de gran valor artístico, pero muchas ni siquiera se pueden visitar, ya sea por sus estrictos horarios o por estar cerradas permanentemente. Museos y monumentos como el Castillo cierran toda o casi toda la tarde en domingo, y otros como las Aceñas de Cabañales se encuentran en estado de abandono. Y aun hay monumentos, como el Palacio de Doña Urraca, que ni siquiera sé si han llegado a estar abiertos alguna vez.

Nos quejamos de que nuestra ciudad es una completa desconocida, ¿pero cómo esperar otra cosa? Mi amigo se fue sorprendido al descubrir una ciudad llena de iglesias medievales cerradas a cal y canto. Sorprendido por unas Aceñas de Cabañales llenas de basura y grafitis, y preciosos edificios modernistas que se caen a pedazos en pleno centro. ¿Y yo? Bueno, creo que cuando vuelva a escuchar la típica cantinela de "¿Zamora?, ¿y eso dónde está?" ya no me voy a sorprender tanto, porque si nos sitúan en Aragón o Murcia, la culpa es solo nuestra.

Héctor Vicente Coco