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Zamoreando

Carmen Ferreras

Donde fueres

Las costumbres europeas deben ser también respetadas por otras culturas

Haz lo que vieres, remata el refrán. Y eso se suele hacer, con mayor o menor fortuna, en cuanto se traspasan las fronteras, adaptarse durante un tiempo, largo o corto, a las costumbres del nuevo país. Al parecer esa adaptación no reza por igual en todas las culturas. Haylas que llegan de nuevo y se quieren imponer. De ahí que aplauda, no sólo lo que han hecho infinidad de autoridades europeas con costumbres y vestimentas foráneas, aplaudo también la decisión de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional que ha prohibido a una presa encarcelada por terrorismo yihadista usar el velo en el centro penitenciario, toda vez que, además, considera que se ha radicalizado porque en un principio no se ponía esta prenda. Sin duda lo ha hecho también para provocar.

Igual que si las mujeres occidentales viajamos a sus países de origen, lo tenemos que hacer bajo unas normas, la Europa común debiera dictar las suyas al respecto. Ni burkas, ni hiyabs, ni nada que se les parezca. Si a una mujer occidental se le ocurre no cubrirse la cabeza en según qué países del orbe musulmán, ir en pantalones, minifalda o con un cierto escote, pueden expulsarla del país. Sin embargo aquí pueden ir vestidas y tocadas como les da la gana.

Los del buenismo y los del tontismo, afortunadamente cada vez menos, ya se estarán mesando el cabello y rasgando las vestiduras, pero lo cierto es que mientras en el resto de Europa, y más concretamente en los países nórdicos, se ponen las pilas, por estos lares estamos en los mundo de Yupi. Aquí importa un bledo si nos colonizan, si nos invaden o si nos repueblan, y que conste que no estoy hablando de refugiados, estoy hablando de otra cosa. Estoy hablando de los que se avecindan entre nosotros para cambiarlo todo a imagen y semejanza del Profeta. Habrá quien diga que vaya tontería, quienes bien conocen el asunto porque tienen información suficiente saben que estoy en lo cierto.

Quererse avecindar, querer colonizarnos, querer invadirnos por la fuerza, por el miedo, por las armas es, precisamente, lo que pretenden todos estos que, afortunadamente y gracias al magnífico funcionamiento de nuestros servicios de inteligencia, acaban detenidos, como esta interna de la cárcel de Picassent, de nombre inequívocamente árabe que, en ningún momento, ha tenido buenas intenciones. Estaba dispuesta a morir matando. Por lo tanto, me parece de perlas que la Audiencia Nacional le prohíba el uso del hiyab, porque con tanta concesión y tanta gaita se están creciendo, se están envalentonando y como hay tanto pusilánime, tanto acomplejado, acaban por salirse con la suya que no es la nuestra. Además, determinados símbolos religiosos pueden ser limitados por la autoridad penitenciaria. Y eso es, simple y llanamente, lo que ha ocurrido. Y porque ya vale de concesiones.

Si no se pueden llevar gorras, pasamontañas y otras prendas que dificulten la identificación del preso, a santo de qué admitir otras prendas similares. Máxime cuando constan informadas actividades de proselitismo islamista por parte de la citada interna, radicalizada al máximo y que con el hiyab se identifica más con la causa que defienden un grupo de asesinos que eso son los que defienden el oscurantismo y la muerte desde la sangrienta yihad islámica.

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