El prestigioso semanario alemán Der Spiegel ha asegurado que España cuenta con la peor clase política de Europa. A los españoles nos lo van a contar, que llevamos desde 2.004, más de una década, sufriendo tal situación. Menuda novedad. Claro que lo que está ocurriendo en Cataluña incrementa aun mas de cara a la calle esta pobre impresión, bastante generalizada fuera de nuestras fronteras. Lo que sucede en España, con esto del independentismo, no pasa en ningún lado.

Pero Rajoy ha afirmado en el Congreso que tranquilos todos, que el Gobierno tiene la solución, aunque la tenga callada, y que no habrá ninguna secesión en la región catalana. Lo ha dicho como muy seguro de si mismo, con esa expresión mefistofélica que últimamente se le aprecia en las fotos. Eso es lo que se espera: que no haya nada más, que ya ha habido bastante. El presidente debe confiar en algo, tal vez en que ellos mismos, los separatistas, se destrocen entre sí al enfrentarse a la cruda realidad y que a la postre el disparate pretendido solo sea secundado por esos mesías de pacotilla.

Camino de eso se va, por lo que parece. Si no hace mucho, Puigdemont se cargaba a un miembro de su ejecutivo por dudar de los planes y la estrategia independentista, ahora ha rematado la faena con el cambio de cuatro de los titulares de sus consejerías, los más tibios, seguramente porque han visto lo que se podían jugar en el envite. Son catalanes y el patrimonio es lo primero, que ya lo dijo uno de ellos, sin rubor alguno, hace bien poco. Claro que, por supuesto, los cuatro cesados han sido sustituidos enseguida por otro de linea más radical, ansiosos de cargos aunque sea por unos meses.

Así están las cosas y no apuntan nada bien hacia los utópicos objetivos secesionistas de aquellos desesperados a los que todavía se les llena la boca con esa bananera república independiente de Cataluña que siguen pregonando con la boca pequeña que proclamarán tras el 1 de octubre, si es que gana el Sí, que eso está por ver pues cada día que pasa parece que el globo se va deshinchado ante la reacción de amplios sectores de la vida funcionarial catalana que empiezan a ver las orejas del lobo, y que ya muestran objeciones, dudas y pasividad a la hora de pronunciarse y decidirse.

Claro que no faltan los que con tal de meter baza en lo que sea, no cesan de enredar, se diría que sin saber si matan o espantan. Es el caso de Sánchez, el líder del PSOE y su infumable querer modificar la Constitución para hacer una España plurinacional, y que volverá a reunirse para mantener negociaciones con Iglesias, el de Podemos, muy discutido ya en su propio partido, marea de mareas que continua cayendo en las encuestas. Pero es una postura sabida, mientras que sorprende la actitud del socialista, que no parece haberse enterado, o reniega de ella, de la postura de algunos líderes históricos de la izquierda como Negrin y Azaña que durante la misma guerra declaraban su apoyo total e incondicional a la unidad inalterable de España. Mal camino lleva Sánchez en su rentrée, lo que ya aprovecha su fracasada rival Susana Díaz, para desmarcarse y fijar como traición cualquier apoyo a los separatismos.