Una de las patas cojas del mundo rural es la oferta cultural, que no existe o es escasa. En muchos casos es comprensible, pues no hay que tener dos dedos de frente para ser conscientes de que es muy difícil programar actividades de este tipo cuando los posibles destinatarios son cuatro gatos. La reducida población de numerosos pueblos también pasa factura cuando hablamos de estos asuntos. No obstante, hay excepciones muy loables que, con escasos medios y mucha imaginación, ofertan actividades durante todo el año. Uno de los modelos que siempre me gusta compartir en esta columna es el de Monleras, localidad salmantina que, con apenas 236 residentes, tiene un programa de actos tan diverso que ya quisieran para sí otros municipios mucho más poblados. Más recientemente he descubierto el ejemplo de Villarino de los Aires, en la zona de Las Arribes del Duero, que, gracias al empuje del Grupo Vecinal Villarino y Cabeza, ha conseguido crear un ambiente cultural digno de elogio. Por tanto, el tamaño no siempre importa.

En Zamora hay algunas referencias muy valiosas, pero suelen ser la excepción. Lo habitual es que durante todo el año la oferta se limite a un escaso número de actividades diseñadas por el departamento de Bienestar Social, de la Diputación de Zamora, o que las asociaciones de mujeres o de jubilados organicen distintas acciones: talleres de memoria, manualidades o incluso algún viaje. El panorama suele cambiar durante la época estival. Aprovechando la llegada de turistas o de los emigrantes que regresan al pueblo, muchas localidades organizan su semana cultural u ofertan otro tipo de actividades que, en muchas ocasiones, están pensadas como reclamo turístico. Uno de los casos más significativos es Puebla de Sanabria, que durante estos meses veraniegos destaca por su amplia oferta de talleres, cine, teatro, mercadillos, rutas, exposiciones, etc. Pero también hay otros modelos que me gustan, como el de Villaralbo, cuya programación suele ser constante durante el año. Aquí se nota la mano de la regidora municipal.

Lo importante, sin embargo, es mirar en el espejo y aprender la lección de aquellas localidades que, incluso teniendo pocos habitantes, son capaces de organizar actividades culturales durante todo el año. Que un pueblo, por minúsculo que sea, pueda saborear este tipo de eventos está al alcance de nuestras manos. Por ejemplo, desde la Universidad de Salamanca se podría hacer mucho más. Para eso, insisto en que la Diputación de Zamora debería contactar con los responsables de la institución universitaria para firmar un acuerdo de colaboración, tomando como referencia el proyecto "Provincia Creativa" que ya se ha firmado con la Diputación de Salamanca y que tan buenos resultados está produciendo en la provincia vecina desde hace un par de años. Por tanto, sería muy deseable que la presidenta de la Diputación, Mayte Martín Pozo, y los responsables de la institución académica contactasen cuanto antes y firmen un convenio para impulsar nuevas actividades culturales que beneficien a los residentes de nuestros pueblos.