El miércoles de ceniza supone el inicio de un tiempo importante para la Iglesia: la Cuaresma, cuarenta días penitenciales, cuarenta jornadas para la revisión de vida, para la conversión. Un período litúrgico que nació como preparación de los catecúmenos -candidatos aceptados por la comunidad para el bautismo- en orden a su iniciación cristiana en la noche de Pascua. Toda la Iglesia camina unida reconociendo la finitud y el pecado del ser humano, su alejamiento de Dios y de los hermanos... y eso se hace visible con el signo de la imposición de la ceniza sobre las cabezas de los fieles, que ayuda a dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente importantes y llama a la coherencia de vida, traducida en buenas obras, renunciando a lo superfluo y suntuoso, en expresiones de solidaridad con los que sufren y con los necesitados.