El próximo mayo Federico Trillo cumplirá 65 años. Está por lo tanto, al borde de la jubilación. Que lo haga de una pajolera vez y se deje de deshojar la margarita sobre su futuro inmediato. Lo verdaderamente cierto, siempre según el nefasto exministro de Defensa, es que ha pedido su reingreso en el Consejo de Estado al que pertenece como miembro de carrera y no de nombramiento. Cosa que el ex ha recalcado por si alguien piensa que lo suyo será una prebenda. Sí lo fue su nombramiento como embajador de España en Londres, nombramiento que en ningún momento ha estado exento de polémica por razones varias, algunas un poco feas.

Las embajadas deben estar ocupadas por diplomáticos de carrera, nunca por expolíticos, amigos y familiares del Gobierno de turno, en este caso del PP. Trillo ha vivido un "exilio" dorado que le vino de perlas para dejar de ser el centro de atención de los familiares de los fallecidos en el desgraciado accidente del Yak-42. Un accidente que, de haber hecho las cosas bien y haber mostrado el más mínimo respeto por las Fuerzas Armadas, nunca se hubiera producido. Y no que para ahorrarse un dinero que vaya usted a saber dónde iría a parar, se alquiló un aparato para el desguace con alas y allí se metió, en su vuelta a la patria, a 62 militares españoles que regresaban de Afganistán, de cumplir con la misión encomendada por el Gobierno, un fatídico 26 de mayo de 2003. Trillo nunca se responsabilizó del accidente del que era directamente responsable. Hasta que el Consejo de Estado ha certificado lo que todos sabíamos. Que la culpa, toda la culpa, fue del digno Ministerio de Defensa que en aquella época presidía este señor. Ni ha pedido perdón a los familiares de las víctimas, ni quiere oír hablar de responsabilidad alguna. Se endosó el asunto a tres militares, los auténticos paganos, que fueron acusados y condenados, uno de los cuales falleció y los otros dos fueron por fin indultados. El día que en España haya un político cabal, que se responsabilice, dando la cara de sus errores, ese día en España se habrá avanzado en democracia.

El exministro y exembajador es un hombre arrogante que no cae bien. Yo creo que aquel comentadísimo "manda huevos", cuando presidía el Congreso de los Diputados, es la única gracieta de su currículum. Porque a la Embajada de España en Londres entró como elefante por cacharrería, haciendo amigos. Su estancia al frente de la delegación diplomática española en el Reino Unido ha estado llena de escándalos que no voy a relatar por lo extenso de los mismos. Federico Trillo es hombre de misa diaria. A primera hora de la mañana ya podía vérsele asistiendo a los oficios religiosos en una iglesia londinense. Estos son los peores, los de "A Dios rogando y con el mazo dando". Lo malo es que, además, el mazo lo emplean para hacer blanco en la cabeza de quien los molesta.

Mucha misa, pero poca conciencia. Si la tuviera, habría dado explicaciones, se habría solidarizado con las familias de los 62 fallecidos, esposas, padres, hijos, hermanos que han vivido estos años sufriendo impotentes la desaparición de sus seres queridos en tan trágico accidente. Un accidente evitable si quien tenía la responsabilidad de velar por la seguridad y la integridad de nuestros militares lo hubiera hecho. Se ha demostrado que el vuelo del Yak-42 era ilegal. Pero a Trillo se la refanfinfla. Lo mejor que puede hacer es jubilarse de una puñetera vez.