Se ha roto la marcada tendencia positiva que durante los últimos trece años se ha sostenido en cuanto a la reducción de las víctimas mortales de los accidentes de tráfico, pues como se temía por los datos que se venían acumulando desde los primeros meses y el verano de 2016, el fatal balance ha superado los muertos de 2015. No es que el aumento haya sido muy grande, pero sí lo suficiente para hacer saltar las alarmas y obligar tanto a la Dirección General de Tráfico, como a los millones de conductores que circulan por el país a reflexionar sobre el asunto y a tomar las medidas oportunas, del modo que sea, para evitar que el incremento pudiera volver a producirse.

Sobre las causas que han originado esta trágica escalada se barajan diversas hipótesis, con todas ellas contribuyendo al fatal resultado, seguramente, empezando por la reactivación económica, que ha permitido la renovación de parte del parque móvil nacional, siguiendo por los precios contenidos de los carburantes y por el relajo que en los conductores puede haberse producido una vez asimilados con el paso del tiempo los nuevos sistemas sancionadores como el carné por puntos. Algo que, por cierto, según avisa la DGT ya está en puertas de una reforma y actualización con la que se tratará precisamente de volver a reducir el oscuro dato de la siniestralidad al volante, que es preciso volver a rebajar al máximo posible. Hay que esperar igualmente que se retorne, aunque en realidad nunca han dejado de realizarse de uno u otro modo, a las campañas de concienciación dirigidas a las conductores.

Hacía alusión el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en su reciente balance de fin de año, a como una muestra de la mejoría económica del país se dejaban notar precisamente en la subida del número de matriculaciones de vehículos efectuadas durante 2016, y así es, pero el parque móvil sigue siendo tremendamente viejo porque durante la crisis se han vivido años en los que el sector casi se ha paralizado, con la única excepción de los automóviles de segunda mano. A lo que hay que añadir la obligatoriedad de la revisión anual que supone un gasto más para los usuarios, lo que hace que en muchos casos no se cumpla con la norma, dado el nulo interés que las administraciones ponen en resolver racionalmente esta cuestión. Tampoco muchas carreteras y autovías han recibido, por el mismo motivo, la atención debida en su mantenimiento. Todo ello tiene que haber influido.

Sea como fuera, 1.160 personas han dejado la vida sobre el asfalto el pasado año, frente a los 1.033 del año anterior. Ha sido la cifra más elevado desde los 1.301 desde 2012. No es posible conformarse con lo logrado, pero si se mira la estadística los datos del presente siglo han supuesto un avance muy importante en una labor encomiable de la Dirección General de Tráfico. En l989 llegaron a contabilizarse 5.940 víctimas mortales, un triste y escalofriante récord histórico de la circulación rodada, que se consiguió ir reduciendo en la década posterior pese a que el número de vehículos se incrementó notablemente. Pero no basta con lo conseguido y hay que seguir colaborando todos porque así sea.