Lo que aún suele llamarse escultura parece en ocasiones de difícil identificación, como ya observó, al plantearse sus límites, la crítica norteamericana Rosalind Krauss en su libro de referencia "El campo expandido de la escultura"; aunque aquí, para entendernos, se le pueda poner una razonable acotación.

Y eso que en Zamora, en ocasión de algunas Bienales, se han podido ver varias de estas modalidades artísticas como instalaciones, landart, arte conceptual, fluxus, etc; lo que en otros lugares continúan por una especial dedicación a las últimas vanguardias. Pero ocurre que, al tiempo, se siguen realizando significadas esculturas, sobre todo las conmemorativas, con una figuración más evolucionada o de un clásico realismo, como son: el monumento a Martin Luther King en Washington, a Nelson Mandela en Londres o el de enormes proporciones que en estos mismos días se levanta en honor al príncipe Vladimir en Moscú; y salvando distancias y escala, en Madrid, en el distrito de Vallecas, este pasado mes de julio se inauguró un discreto monumento con el busto, tallado en piedra, de su histórico alcalde de la República Amos Acero. Estos datos, esta reflexión tiene la pretensión de contextualizar en este sentido la obra de Lobo, como recomendaba María Bolaños, aunque ella más bien se refería a su museo. Porque hay que tener presente lo que se está haciendo ahora, lo que se expone, lo que interesa al público, aunque en buena medida sea inducido por el "marketing" y la deseada presencia en el acontecimiento. Por una parte las frecuentes y reiteradas exposiciones al aire libre por las ciudades importantes de todo el mundo con las reconocidas esculturas de gran formato (Henry Moore, Fernando Botero, Manolo Valdés..., también la de Baltasar Lobo por ciudades españolas) habitúan a estas imágenes, que generalmente unas didácticas cartelas ayudan a entender y valorar. Lo que puede iniciar a un interés por la escultura que sigue siendo bastante limitado, como puede comprobarse en las correspondientes salas de los museos y eso hay que tenerlo presente. Pero los que sentimos una especial afición por la escultura podemos comprobar que en los últimos ARCO, termómetro estimable de tendencias, se mantiene bien una abundante representación de la escultura, desde las clásicas vanguardias (nunca falta Lobo), a las últimas creaciones. Y que en las galerías de Madrid hay por estas fechas algunas singulares exposiciones de esculturas con obras identificables como tales: las grandes maquetas de construcción orgánica del joven académico inglés Conrad Shawcross en la siempre excelente ivorypress (Espacio Ochoa/Foster). Una muestra de la estructura escultórica del madrileño internacional Juan Garaizabal en la galería especializada Álvaro Alcázar y he de citar también una reposición del ahí conocido Adolfo Schlosser en la Casa Encendida. Acabo estos apuntes, que quieren ser una voluntariosa información de alguna utilidad, con el recordatorio del nuevo museo Francisco Sobrino de Guadalajara, pues hace unos meses lo comenté en estas páginas. Se trata de una institución de titularidad municipal, construida en las rehabilitadas naves del viejo matadero y que alberga varias obras representativas de ese escultor local de proyección internacional y que mantiene una consecuente programación de exposiciones temporales. Coincide, además, que en estas fechas expone Carlos Evangelista su obra constructiva y geométrica, considerada de la misma familia del escultor alcareño. El interesado la visitará y al tiempo con la llamada de Francisco Sobrino y con la posibilidad de volver a recrearse en su obra. Porque ahora son las exposiciones temporales las que llevan los visitantes a los museos. Y en Zamora lo saben hacer perfectamente.

José María Carrascal Vázquez