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Toro en el corazón (y II)

Los burros portugueses utilizados para construir los silos bien merecerían un monumento

En aquellos años cincuenta se acometía la construcción de los silos; con este motivo, podíamos topar por las calles de la ciudad, con unos burros de gran alzada, de capa, plateros, descolgados de carnes, pero muy nervados y resistentes. Circulaban solos, sin acemilero y estaban dotados de instintos que ya quisiéramos para alguno de nosotros. Guardaban la derecha, hacían alto y continuaban su andadura sin necesidad de guardias ni semáforos. Su misión, era transportar todos los áridos necesarios, desde el río hasta la obra. Eran cargados, a tope, sus serones de esparto, con arena, piedras y chinarro, y había que ver subir, aquella recua de unas treinta o más acémilas, serpenteando el camino, Era todo un espectáculo; salvar el desnivel, casi trepando, el hocico por el suelo, como si fueran contando los cantos del camino, la grupa corva, para desarrollar más potencia, los pasitos cortos, por su seguridad, sus ollares despidiendo volutas de vaho, como si fueran máquinas de tren, los ojos fuera de órbita, como si fueran a explosionar, y las orejas gachas, en señal de sometimiento y esclavitud.

Decían que la recua pertenecía a una empresa, portuguesa, de transporte a lomo. Cuenta la tradición, que se empleó vino para el mortero del arco del reloj, pues este humilde servidor asegura que para el hormigón de los silos se utilizó el sudor de los jumentos portugueses. Desconozco si estos seres tienen alguna placa o algo conmemorativo en la obra, o si se le rindió algún homenaje.

Sí quiero que sepan, donde quiera que estén, que en mi recuerdo tienen un monumento.

Un recuerdo muy significativo de la época, consiste en que, cierto día bajábamos hacia la estación, el colegio al completo; pasábamos junto a una finca plantada de almendros que, en el centro tenía una humilde casita de adobes, de donde salió una mujer ya mayor, con pañuelo a la cabeza y bien anudado al barbuquejo, blusa negra y manteo grueso de áspero paño, que nos gritaba con todas sus fuerzas: "Salid de ahí, no os acerquéis a la josa, ay, como cambie el régimen, no vais a parar de correr".

Entre los muchos recuerdos que mantengo frescos en mi memoria está, la rosaleda de uno y otro lado de la carretera que, en primavera, impregnaba de perfume y múltiples colores el paso de la ronda; además se llenaban de colorido y fragancia: balcones, presbiterios y arriates, embelleciendo al completo la ciudad.

Siempre he contemplado y admirado con respeto y veneración, el convento de los mercedarios, que a lo largo de los años se mantiene invulnerable, Con las mismas tapias, las mismas bardas, el mismo tejado árabe, el mismo color de la tierra que pisa, y la misma sensación de austeridad, recogimiento y oración, con el portón siempre abierto a la esperanza de que algún peregrino traspase sus umbrales

Ya casado y trabajando en Burgos; compramos a mi amigo Felipe Jambrina Casaseca un Dyane 6, matrícula ZA-17203 de segunda mano, que aportó a la familia una libertad de movimiento increíble. Así se hicieron más frecuentes los viajes, para visitar a los abuelos, con nuestros hijos, siempre por la misma ruta, Burgos, Cigales, Toro, Casaseca, y regreso. La parada en Toro se hizo ritual; dábamos un paseo, tomábamos algo, y con la visita al Espolón ya continuábamos camino. En esta ruta y en dicho coche, nuestros hijos aprendieron cantando, la tabla de multiplicar, los diez mandamientos, los hijos de Jacob y los afluentes del Duero. Es un lujo poder recordar aquellas vivencias.

Quiso el azar, que un día del pasado noviembre, en Málaga capital, nos encontráramos con un buen toresano, en su puesto de trabajo en Renfe, que al hacerle nosotros una pregunta, notó que nuestro deje no era de por allí; ya nos dimos a conocer, y nos informó de Las Edades del Hombre en Toro para este año en curso; todo terminó con la alegría de unos abrazos, que fuera de la tierra saben mucho mejor. Desde este medio, si cae en sus manos, queremos enviarle un entrañable saludo, y un "olé" por su gentileza y mesura; su nombre es David, de la familia de los Ratones de Toro.

Hace sobre unos seis años, en casa de un familiar, ojeando prensa amontonada, pasada de fecha, di con un artículo de no más de cien palabras, que se titulaba: "Toro la gran perjudicada", que leí con sumo interés, y me dejó perplejo de escalofrío. Yo, con los años que llevaba sintiendo a Toro como cosa mía y que me marcó; desconocía que había sido provincia castellana, que en el año 1833 había sido desmembrada y degradada a partido judicial. Hoy esto no se podría llevar a cabo: por la fuerza del pueblo de a pie, y por la amenaza del acechante ogro del independentismo, que no sabemos hasta dónde puede llevarnos

Como provincia Toro, estuvo constituida por los partidos judiciales: de Reinosa, hoy de Cantabria; de Carrión de los Condes, hoy de Palencia; de parte de los de Villalpando y Fuentesaúco, hoy de Zamora; de los de Rioseco y Mota del Marqués, hoy de Valladolid. Pienso que en su día se prohibiría, al pueblo, hablar de ello, y con el silencio pasado hemos heredado la ignorancia de la historia. Esta desmembración suena a venganza por algo político. Pero sigo pensando que en las escuelas de primaria, por lo menos de nuestra región, tendrían que habérnoslo enseñado y explicado con toda claridad.

Honor y gloria para todos los organismos y personas que hayan decidido y trabajen en la brillante e itinerante exposición de Las Edades del Hombre, que este año, a tocado a nuestra querida e inolvidable ciudad de Toro.

Pienso que este evento, es la gran oportunidad para que la ciudad, abra portones y ventanas, vitrinas y hornacinas de sus templos, palacios, conventos y bodegas; que desempolve, archivos, anaqueles, museos y bibliotecas; que descorra cortinas, para que circule el viento fresco, y su luz irradie al mundo, mostrando a quienes no conocen, vuestro rico y legado patrimonio cultural. Y también sepan de vuestra desintegración territorial, tanto lugareños de la provincia, como foráneos de las provincias limítrofes, para que os agradezcan, o al menos reconozcan, que parte de su entidad actual os la deben a vosotros.

Después de haberos dejado los políticos de turno, reducidos a la mínima expresión, habéis sabido remontar el vuelo, gracias a vuestro tesón y espíritu de trabajo. Valga como ejemplo de prosperidad, entre otros, vuestra industria vitivinícola, que a pesar de la fuerte competencia existente, entre las denominaciones de origen, exportáis vuestros ricos caldos allende los mares, al gran gigante de los Estados Unidos de América. Además, haciendo patria toresana, etiquetados con el monumento insignia de la ciudad, (la piedra hecha encaje), Colegiata y Gran Colegiata, de bodegas Fariña

Con motivo de esta exposición se nos brinda la oportunidad de empaparnos bien, o de conocer por primera vez esta sugestiva ciudad, que hay que pasearla, verla, olerla, saborearla, en consecuencia sentirla; sin prisas, como discurre el Duero, como lidian los toreros buenos. Con la seguridad de que no les dejará indiferentes, al contrario les aportará una gran sensación de serenidad y de paz interior, que les acompañará para siempre.

¡Toro! para este humilde admirador, que marcaste, eres por muchas razones, la Perla del Duero.

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