Es un crack este Rajoy. La gente dejó de tomarle en serio el año pasado, dándole por acabado, pero él asegura que no sería bueno ni para España ni para el PP que él se vaya a su casa. Lo cual es mucho decir. A saber lo que opinan los populares, salvo sus palmeros, y aunque al jefe le digan lo contrario. Pero en cuanto a los españoles, ya opinaron el 20D, con más de un 70 por ciento del electorado a favor de cualquiera de las otras opciones en liza. Ha perdido cuatro millones de votos, se ha dejado en el camino más de 60 escaños en el Congreso, de la mayoría absoluta ha pasado a los peores resultados del PP en unos comicios, disputa a Zapatero el nada honroso título de peor presidente de la democracia, y aun así tiene el hombre la humorada de afirmar públicamente que no sería buena cosa su renuncia.

Desde luego que no lo sería para él si tiene que dejar La Moncloa, pero sí que lo sería, eso piensa la mayoría, según encuestas y resultados electorales, para su partido, y sobre todo para España. Pero eso sí, modestamente considera que nadie es imprescindible, o eso ha dicho en el curso de unas surrealistas declaraciones radiofónicas que luego han recogido todos los medios, ante la perplejidad absoluta de oyentes y lectores, por más que ya nadie se asombre, solo se indigne, con lo que hacen y lo que dicen estos vividores de la política. Y es que la cosa no acaba ahí, aunque esa haya sido la perla, pues ya puesto ha soltado el presidente en funciones una retahíla que es puro alucine y surrealismo puro.

Así cuando asegura que está fresco y en buen momento de forma, por lo cual su voluntad es seguir al frente del PP y ocupar la presidencia del Gobierno durante una legislatura más. Se supone que con el permiso de Albert Rivera y de Ciudadanos. Al candidato socialista, Pedro Sánchez, vuelve a despreciarle, pese a tantas llamadas anteriores que el del PSOE rechazó, porque entiende que lo que cuenta es la voluntad de los españoles no la de Sánchez. Pero se olvida Rajoy de que esa voluntad ya quedó expresada en mayo y diciembre de 2015, cuando los votos a otras opciones duplicaron los obtenidos por el PP, algo que volverá a ocurrir sin duda alguna en junio.

En cuanto a otros asuntos en candelero se muestra como suele ser: esquivo y mirando para el tendido. De la corrupción que anega su partido replica muy serio que él nunca ha sido llamado a declarar y que no sabía que hubo dinero negro en las obras de la sede madrileña del partido. Del grave problema de la pretendida independencia de Cataluña todo lo que se le ocurre es que la relación entre las administraciones ha funcionado con normalidad. Toma ya. En otros temas también pendientes, pues lo mismo: ni dice ni sí ni no sobre primarias en el PP, ni se pronuncia respecto a la reforma de la Constitución. En cuanto a participar en los debates electorales del 26 de junio, todavía no ha tomado ninguna decisión, si bien reconoce que no le apetece aunque en democracia sean necesarios este tipo de actos, por lo que cabe presumir que no le quedará otra solución que acudir y aguantar el chaparrón que le va a caer encima, y no solo cuando se hable de corrupción. Tres contra uno, pues eso.