Jonathan Swift pensaba que "La ambición suele llevar a los hombres a ejecutar los menesteres más viles; por eso para trepar se adopta la misma postura que para arrastrarse". Cabría pensar que un político que se precie, debería luchar por buscar el bien del pueblo y no seguir el dictamen de sus apetencias personales.

Nos encontramos en una encrucijada de difícil salida en este momento, no porque no haya soluciones factibles, sino porque la metacasta política que nos toca soportar está más preocupada en pillar hueco y apropiarse cuanto antes de los cargos que conlleva el ejercicio del poder para labrarse su propio futuro, que en pensar en la correcta ejecución y puesta a punto de un país cuya deuda sigue siendo astronómica, mientras los bancos siguen forrándose, donde el endeudamiento de las autonomías y ayuntamientos crece como la espuma, y donde hace aguas la educación, la sanidad y sigue siendo imposible el acceso a un trabajo digno (continúan nuestros jóvenes desesperados buscando algo con lo que poder mantenerse) y un largo etc. que ninguno de los elegidos va a conseguir cambiar, visto su comportamiento.

Hemos asistido atónitos a promesas incumplidas por tantos ciudadanos que se las dan de útiles de todos y cada uno de los partidos que dicen representarnos, pidiendo como premisa fundamental de sus nuevos programas regeneración, pero la realidad nos demuestra lo contrario. Ciudadanos y todo tipo de castas se han unido a los socialistas en Andalucía, emponzoñados presuntamente en los asuntos de los ERE, sin destapar la cloaca, para que no haya ruptura en la gobernabilidad. El PSOE critica sin piedad al PP, sin acabar de aclarar los millones que presuntamente ha trincado ellos con los citados ERE. El PP ha basado su programa en la economía y con lo que presuntamente la mayoría de ellos ha choriceado, en casos sin número, podíamos haber vivido sin trabajar los españolitos de a pie por una larga temporada, sin olvidar que con una mayoría absoluta como la que han tenido podrían haber cambiado la estructura de la corrupción y del estado en un abrir y cerrar de ojos, abriendo puertas y ventanas, para airear la podredumbre que se escapa por todos los rincones donde han metido la mano, y han vuelto la vista para otro lado, porque se supone o que no les parecía importante el tema o que ya se olvidaría. Los de Podemos, vemos cómo se las gastan presuntamente con las subvenciones que reciben de la casta venezolana y de otros regímenes integristas, y así sucesivamente?

Qué pensarán todos estos tipos que quieren hacerse con las riendas del país, oficialmente para regenerarlo, cuando son incapaces de poner los asuntos en orden cuando pueden hacerlo y pactan con el diablo si se tercia y cuando les viene bien. (No es no señores, esto no es mío, solo puede ser sí cuando me interese a mí, va diciendo uno por ahí) y dejen de trepar y de arrastrarse, con tal de pillar sillón, puesto, pasta y protagonismo para dirigirnos, cuando están demostrándonos a cada instante que no saben qué necesitamos nosotros.

Jean de la Bruyère, en su obra "Los caracteres", también nos ofrece noticias sobre la ambición humana, al afirmar que "El esclavo tiene solo un amo; el ambicioso tiene tantos, que siempre hay gente útil para su fortuna".

Y para rematar, el gran filósofo del humor, Groucho Marx: al hablar sobre la felicidad decía una frase, como todas las suyas, memorable: "Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas, un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...".

El único problema es que hablamos por un lado, no de la felicidad de un ambicioso, sino de miles que hemos democráticamente elegido, y por otro, del erario, de los pecheros, de los contribuyentes, de los tributarios españoles ya muy cansados de tantos tontos inútiles, que ansían hacerse ricos con las pequeñas cosas, a costa de los ciudadanos de a pie, pensando que no vemos que lo que hacen es ejecutar menesteres viles, posturas, poses, con pajaritas, corbatas de diseño o mangas de camisa, para los medios de comunicación y labia, mucha labia. Y en eso están, a eso dedican su vida y esfuerzos, trepando y arrastrándose una y otra vez. Un carajal. ¡Vaya tropa!