Hasta que no te toca pasarlo no lo comprendes bien del todo. La gente es así y hay que aceptar las cosas aunque te cabree el tonto de turno por no saber hacer las cosas con un mínimo de cordura.

Berlín es una ciudad de la que se dice que es el lugar donde todo es posible. Y hay que creerlo. Un aeropuerto tercermundista te recibe en Tegel y lo compensa con una estación de ferrocarril enorme en la que puede perderse uno mirando la vida corear prisas y esperanzas.

Íbamos unos cien más o menos entre los de Valladolid y Zamora con el Club de los 60 que promueve la Junta de Castilla y León desde la Consejería de Servicios Sociales. Lo hemos pasado bien, entiendo. Hemos visto Charlotgenburg y la puerta de Branderburgo, en estos días en festejos por la celebración de la reunificación de las dos Alemanias. Hemos conocido la Seimensstad y sus bosques. Los museos están todos agrupados en una isla y es fácil por tanto visitarlos siempre bajo la mirada atenta casi "gestapense" de unas conserjes rollizas y coloradotas casi todas ellas que no te dejan ni rozar la pared con el hombro.

En la ciudad de Berlín parece como si la caída del muro comunista que dividía a los berlineses hubiera liberado una energía que se había mantenido contenida durante unos cincuenta años en el pasado siglo XX en donde las vanguardias del arte y de la música hubieran sido las primeras en lanzarse a la conquista de la ciudad. La pregunta es ahora ¿Cuándo acabará este periodo para muchos mágico que se desarrolla a la vista sorprendida de todos?

Sobresale en este pandemónium, por llamarlo de algún modo, el conocido Pergamonmuseum, en el que hay un friso que rivaliza claramente con el Partenón griego que se llevaron los del British Museum. Se ve cómo los fuertes en su momento se llevaron lo mejor en cosas que estaban desperdigadas por el ancho mundo. El imperio británico por un lado y el tercer Reich por otro arramplaron con todo lo que pudieron y con lo que no era tan suyo como parece ahora. Ambos criticaron duramente a las fuerzas napoleónicas pero hicieron lo mismo en cuanto tuvieron ocasión ¡Menos mal que al menos lo han conservado para poder disfrutarlo!

Para nuestra desgracia y desdoro de la Junta de Castilla y León, de Viajes Carrefour y la compañía Iberia y su filial Air Nostrum, el viaje tuvo sus vaivenes. Hubo claramente falta de previsión, tanto de la empresa encargada del viaje por concurso (Viajes Carrefour) como por parte de la contratada para el vuelo (Air Nostrum de Iberia) que nos hizo volar en un aparato C 1.000 Bombardier no preparado obviamente para largos viajes de 3.000 kilómetros de distancia y hubo una decisión inapropiada presumiblemente ya en Berlín de retirar del vuelo las maletas de casi cien viajeros de Valladolid o Zamora para con una disculpa de seguridad poder cargar más combustible ante una posible situación de mal tiempo en Madrid al aterrizar (eso se quiso decir); lo cual sonó a comodidad del comandante de vuelo, que solo ofreció su versión y disculpas por megafonía cuando los viajeros se mostraron airados y sorprendidos, por la ausencia de explicaciones, ante las azafatas tras haber tenido que estar encerrados en un bus a pleno sol durante media hora viendo cómo los operarios sacaban ante sus ojos sus pertenencias de la bodega del aparato.

Desde luego hay que ver cómo la imagen de las instituciones y empresas aludidas han quedado dañadas seriamente para al menos los cien pasajeros de este vuelo, a los que limpiamente les han birlado sus maletas durante por lo menos 48 o 72 horas y les han obligado a unos trámites administrativos de reclamación que no deberían haber venido a cuenta. ¡Con lo bonito que resulta el Club de los 60 cuando las cosas se hacen prudentemente y con cabeza! Hasta la vista o "Auf viedersehen".