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Zamoreando

Carmen Ferreras

Maldición estival

Estamos en la obligación de identificar a los incendiarios y denunciarlos

Todos los años, el fuego se convierte en noticia que los periódicos publican en primera. Instantáneas devastadoras que dan idea de la magnitud devoradora de esas flamas insaciables que arruinan todo lo que pillan a su paso. Parajes de gran valor ecológico y paisajístico arruinados por la voracidad de las llamas detrás de las que siempre parece estar la mano del hombre. Bien por descuido o de forma intencionada el hombre tira piedras contra su propio tejado. Hasta el punto de que 95 de cada cien incendios son provocados por esa mano presuntamente humana que, en países del orbe islámico, ya habría sido cercenada.

No es que esté pensando en un castigo similar, pero algo hay que hacer, con urgencia, para que España no acabe desertizada. Zamora tampoco se libra de esta maldición estival que aniquila lo que es de todos: la naturaleza. Por eso todos estamos en la obligación de identificar a los incendiarios y denunciarlos sin que nos duelan prendas. El descuido es menos frecuente que la intención que ponen quienes no acierto bien a saber qué es lo que persiguen, qué es lo que quieren, qué sacan con ese comportamiento más propio de trogloditas.

No hay prácticamente una sola comunidad autónoma que no haya sufrido el envite del fuego provocado que ha convertido muchos lugares de España en zonas catastróficas dada la magnitud de lo arrasado. Solo en la sierra de Gata que fechas atrás presentaba un panorama dantesco, se han abrasado 7.000 hectáreas. Posiblemente irrecuperables o cuando menos se tardarán años, décadas en ver nacer la vida y crecer y desarrollarse. La vida vegetal y también la vida animal.

Y siempre dando gracias de que no se haya tenido que lamentar víctima alguna. Y siempre dando gracias por el ejercicio de solidaridad puesto en práctica por los vecinos, entre los pueblos, afectados o no, y entre las administraciones públicas. Hay que echar el resto para ayudar a los que han perdido su hogar y hay que felicitar una y mil veces a la unidad militar de emergencia, a las brigadas antincendios, a los bomberos, a todos cuantos con su dedicación y esfuerzo, Portugal incluida, han contribuido a que el fuego no se expandiera más.

Hay que hacer algo más que un "rezo" para acabar con esta maldición estival. Un "rezo" en todo caso legislativo y judicial que imponga por ley penas máximas a quienes tienen por mano un mechero y son los artífices de la pérdida inútil de tanta belleza que ya es historia.

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