Síguenos en redes sociales:

El velódromo de Artur Mas

Las dos serpientes multicolor: el Tour y el president más sus gregarios

Este verano del móvil en el bolso de playa no se diferencia mucho de otros en cuanto a los culebrones a los que nos tiene acostumbrados el presidente de Cataluña. Llegados a este tiempo, hay dos serpientes multicolor: la que componen los corredores del Tour de Francia y la que encabezan Artur Mas y sus incorregibles gregarios. La primera tiene que ver con el sacrificio, el esfuerzo, la disciplina y las estrategias de equipo, mientras que la segunda es una esperpéntica carrera en el velódromo independentista del nunca acabar.

Lo del teléfono pegado al bañador tiene su explicación. Y no es otra que la indicación que tienen los miembros del Tribunal Constitucional de estar permanentemente localizados ante la posibilidad de proceder a la aplicación del artículo 155 de la Constitución (recuperación de competencias por parte del Estado), un artículo que nadie sensato querría utilizar jamás y al que, por el contrario, tienta con apasionada vehemencia el president un día sí y otro también.

Ojalá el diálogo y el consenso imperen finalmente, pero todo tiene un límite. Y este es el que marca las reglas del juego democrático y la legitimidad del Estado de derecho.

Personalmente, este culebrón me parece una nueva salida de pata (y de boina) del nacionalismo catalán mas exacerbado. Una muestra más de la incoherencia y de la falta de respeto al conjunto de una sociedad abnegada, que ve cómo se reclama sin pudor más dinero a la caja única mientras a la vez se desprecia a quienes lo aportamos.

Seguramente en ese velódromo separatista, el pedaleo del Ejecutivo de Rajoy no haya mantenido el ritmo adecuado, pero de ahí a entrar en la afrenta chantajista va un abismo que ningún líder nacional puede consentir.

Y de todo ello se pueden extraer varias conclusiones. Ahí van dos para empezar. La primera, el error atávico de los distintos gobiernos de la nación a la hora de actuar con serenidad, pero también con firmeza, para poner a cada uno en su sitio. Al contrario, unos y otros han jugado la partida que les interesaba en cada momento, desvelando una escasa capacidad de anticipación para calibrar lo que se estaba gestando. Y la segunda el incongruente complejo de inferioridad que manifiestan los inquilinos de la Moncloa y sus equipos cuando viajan a Cataluña. Una circunstancia que evidencian los propios actos públicos organizados allí, donde los representantes de la Administración central parecen unos simples convidados de piedra ante la arrogancia y el personalismo que ejercen Artur Mas y sus velocistas. Lo dicho, un velódromo para marearse otro verano.

Pulsa para ver más contenido para ti