Aunque había opiniones discrepantes, parece que las reuniones de la semana pasada, consideradas como definitivas, entre los países del Eurogrupo y la Grecia de Syriza, estaban marcadas por la buena voluntad entre las partes, siempre dentro de lo que cabe, y el deseo común de una solución pactada que permitiese a los griegos continuar dentro de la zona de la moneda única a base de ir alargando los plazos de la enorme deuda contraída por los anteriores Gobiernos helenos para salir de la crisis.

En solo unos días se habían encontrado formulas de acercamiento respecto al débito, tan cercanas que el acuerdo semejaba prácticamente hecho. La UE dejaba en 11.000 millones el pago inmediato pendiente y Grecia ofrecía 8.000. Pero en solo unos días también se rompió la cuerda y por parte de Tsipras, el primer ministro griego, se jugó de repente un doble envite arriesgado, ante la sorpresa de los representes comunitarios, preocupados y dispuestos a condescender en lo posible a fin de evitar que tuvieran los griegos que abandonar el eurogrupo para devaluar su moneda anterior, el dracma, y poder hacer frente de alguna manera a la deuda originada por el salvamento europeo. Los de Syriza, el partido en el Gobierno, no aceptaron ya las condiciones previas, rompieron la negociación y anunciaron un inmediato referendo para sean los propios ciudadanos quienes decidan si aceptar las condiciones de la UE o salir de la zona euro con todas sus consecuencias que pueden ser muy duras para los griegos.

El asunto ha sentado muy mal en toda Europa. Tanto que los negociadores dan por ejecutada la ruptura y eso que recientes encuestas en la misma Grecia señalaban claramente que más de un 70% preferían seguir dentro de la influencia de la zona euro. No quiere Europa debilitar su frente económico de cara al mundo, aumentando la deuda pública de los países miembros, y así lo han confirmado sus líderes, Rajoy entre ellos, que consideran negativa a todos los efectos la draconiana y populista consulta de Tsipras para el próximo domingo. Todo va a depender del resultado del referendo: si se acepta la propuesta de pago de la UE y se continúa con el euro, Grecia pagará el plazo pendiente de su crédito, y de lo contrario todo habrá de plantearse de nuevo y de forma bien distinta a la actual, por mucho que los griegos puedan respirar un tanto aliviados de momento. Pero nada más conocerse la marcha atrás de Syriza y el anuncio de la consulta, la gente se fue corriendo a los cajeros automáticos de los bancos, a sacar su dinero. Menos mal que el Banco Central Europeo proveía de liquidez, algo que puede suspender ahora.

Es obvio que la crisis griega está siendo seguida con especial interés en España, donde el partido gemelo de Syriza, Podemos, aspira a ganar las elecciones generales de noviembre, solo o en compañía del PSOE. Y lo que ocurra en Grecia va a ser un espejo en el que mirar lo que pudiera ocurrir aquí si llega el caso. O no. Pues, en realidad, la situación helénica es, y ha sido desde el principio, similar pero mucho más agudizada y grave. Sin olvidar que fue el anterior Gobierno heleno, de derechas, el que dejó aquel país al borde del abismo. De todos modos, aun restan posibilidades y esperanzas para los griegos.