Si observamos con cierto detalle la historia de nuestra ciudad en los últimos 150 años, nos encontraremos con la falta de continuidad en muchas actividades que se ponen en marcha.

Si nos damos un pequeño paseo por la cercana segunda mitad del pasado siglo nos encontraremos con una serie de actividades de gran trascendencia cultural como la Bienal de Pintura nacida con Miguel Gamazo Pelaz de alcalde, que fue alcanzando cada edición un creciente prestigio, llegando a su culmen en la edición del año 1992. Nadie volvió a hablar, ni siquiera citarla. Sin embargo, su vida está tan cargada de ese tipo de anécdotas que su historia constituiría uno de los capítulos más atractivos y curiosos.

Del mismo tiempo y período, fueron las célebres Jornadas de Viejas Músicas celebradas en otoño y patrocinadas por la Dirección General de Música, en las que se disfrutó de aspectos poco corrientes por entonces como la Música Sefardí. Por primera vez, en sus ediciones fueron las iglesias de Santa María la Nueva, La Magdalena y San Cipriano los escenarios elegidos. Alguna actuación se celebró en la iglesia de Santa María de Benavente. Fueron tres ediciones y desaparecieron las Viejas Músicas.

Dos aspectos más se suman dentro del campo de la literatura; el primero la poesía que fue ganado por Ignacio Sardá y otro concurso dedicado al epigrama. Ambos no pasaron de la primera edición.

Mucho más éxito tuvieron las Jornadas de Diapositivas celebradas en la Casa de Cultura en las que el amigo Gonzalo se presentó con el cine de aficionados, constituyendo un verdadero acontecimiento cultural. Toda obra de este tipo tiene que adaptarse a los cambios originados por el progreso y los cambios sociales, pero sin romper ese criterio cultural de estímulo. Si está bien concebida y estructurada, solo desidia o las pasiones pueden acabar con ella y eso tristemente es lo que suele ocurrir con excesiva frecuencia, tristemente.