Este año la celebración del Toro de la Vega en Tordesillas ha hecho que aficionados y detractores del mundo del toro y las tradiciones taurinas asistamos a un espectáculo lamentable, propicio para alimentar con carnaza de la buena a unos medios de comunicación ávidos de conflictos para aumentar sus audiencias.

A la Asociación Cultural Taurina Espantes de Fuentesaúco nos gustaría hacer reflexionar un poco sobre este festejo que tantas pasiones y desencuentros atrae para sí. Empezando por el principio, en nuestra opinión, el principal punto de desencuentro entre animalistas, o defensores radicales de los animales, y el resto de población (no solo aficionados a los toros) no es otro que atribuir a los animales características humanas, poner al mismo nivel los derechos de los animales a los derechos de las personas, los "sentimientos" de los animales, a los sentimientos de las personas. Nuestra situación actual como especie en el mundo ha sido posible gracias a la evolución dominante sobre la naturaleza, y dentro de ella a los animales salvajes, algunos de ellos domesticados y otros de los que conseguimos protegernos para prosperar como especie. Es innegable nuestra superioridad sobre el resto de especies, el ser humano y el resto de animales no estamos en el mismo nivel.

A este axioma, que no pasa de ser una muy breve argumentación antropológico-evolutiva, habría que sumar el postulado médico-psicológico de que no se puede considerar que los animales tengan sentimientos (por lo menos como son entendidos por el ser humano). Sí, así es, los sentimientos, son un producto de la interpretación razonada humana sobre la información recogida por nuestro cuerpo mediante los sentidos, o los datos que nos aportan nuestro Sistema Nervioso Central, que analiza el cerebro, adjudicándole un valor, pero pasando por las zonas más evolucionadas del cerebro humano, que incluyen la adjudicación de valores que tienen que ver con el razonamiento humano.

Un animal, por el simple hecho de no tener un cerebro tan evolucionado como el nuestro, podrá sentir la sensación de dolor (en un ser humano el dolor provocaría el sentimiento de sufrimiento), podrá sentir instinto de conservación (en un ser humano se convertirá en miedo o pánico). Este argumento no está exento de debate, pero no nos vamos a extender más en él.

El Toro de la Vega representa la más antigua expresión de contacto entre el hombre y el animal, es una joya antropológica, y salvando las distancias temporales y de masificación actual, un hombre clavando una lanza a un toro en campo abierto, podría ser la misma que hubiéramos visto hace 15.000 años entre los primeros homo sapiens de la Península Ibérica y los uros salvajes que habitaban la meseta castellana. Posteriormente, y como referencia temporal más cercana, tenemos la tradición de los árabes que habitaron la península durante 700 años, de alancear toros a caballo, como entrenamiento para el combate y como actividad de ocio y caza, que fue heredada por los castellanos y leoneses en la reconquista. Esta tradición también existió en otros muchos lugares dentro de los reinos ibéricos, pero fue desapareciendo.

El Toro Vega es la mayor "rara avis" del panorama taurino mundial, no ya español. Es una rareza que, por su descarnado parecido con la tradición en su origen, es digna de conservación. Y es digna de conservación porque la tradición se ha adaptado a los tiempos, se ha regulado mediante normativas diversas de tal manera que hace posible la convivencia de esta antiquísima tradición con los valores actuales en el panorama taurino castellanoleonés.

Hoy en día no se alancean toros por doquier en todos los pueblos, Tordesillas es el único que conserva una fiesta que une nuestra tradición pasada antiquísima, con la evolucionada fiesta del toreo de capa. Las sociedades que pierden de vista la línea de horizonte de donde vienen, es muy fácil que se equivoquen en su evolución hacia el futuro.

Un hecho singular y que es difícil de comprender es cómo muchas personas aficionadas a los toros reniegan de este festejo. No se comprende por el simple hecho de que la suerte de alancear tiene todos y cada uno de los elementos que tienen otro tipo de festejos taurinos populares, y no digamos ya los de capa, a los que se parece significativamente en muchos de sus elementos, aunque algunos renieguen de él, y lo vean como al hermano feo o a la oveja negra de la familia taurina (habría que preguntar a algunos toreros que reniegan del Toro Vega el por qué del lleno masivo de los festejos taurinos populares y el vacío de las plazas, incluso ofreciendo festejos de capa gratuitos).

Pero sin analizar más a fondo los componentes de unos y otros festejos, es innegable -y quien no lo vea así se arrepentirá en un futuro no muy lejano- que el festejo popular tradicional del Toro de la Vega es el baluarte, la primera ficha de dominó que si cae puede empujar a las demás, y constituye la vanguardia del frente de batalla en la defensa del mundo taurino frente a los animalistas, que son el grupo más beligerante y activo del universo ecologista frente a las tradiciones taurinas.

Lo ocurrido el pasado martes 16 de septiembre en Tordesillas ha demostrado un año más cómo unas 200 personas venidas de distintos puntos de España (Madrid, Comunidad Valenciana, Cataluña, etc...), creyéndose en la posesión de la verdad o de la razón, por medio de la publicidad, la violencia y la vía de los hechos consumados, pretendieron evitar la celebración de un festejo taurino popular, reconocido como de interés turístico, que cuenta con todos los permisos legales oportunos para su celebración, además de contar con un apoyo masivo popular en su lugar de celebración, Tordesillas y su comarca próxima (y no tan próxima).

Unos principios de protesta legítimos o razonables se pervierten y convierten en ilegítimos y sinrazón alguna cuando sobrepasan los límites de la legalidad y del más mínimo respeto a la norma. La evolución de la protesta y la acción directa llevada a cabo por este grupo fue en aumento en su violencia. La cronología es la siguiente: de madrugada, el día del festejo, vertieron aceite en la zona de encierro urbana adoquinada, por donde poco después iban a pasar miles de personas y decenas de caballos para asistir al festejo. Posteriormente se produjo una concentración "ilegal" dentro del recorrido del encierro que tuvo que ser desalojada por la Guardia Civil. Después se produjo el encadenamiento a las barandillas del puente y entre los propios manifestantes para seguir retrasando mediante acciones ilegales la celebración legal del festejo. Más tarde algunos de los animalistas, comenzaron a tirar piedras a espectadores y corredores del encierro, y como no podía ser de otra manera, hubo respuesta por parte de estos. Y como colofón, varios manifestantes prendieron fuego a la ribera del río Duero (cercana a la zona del torneo y considerada zona protegida ecológicamente), como último intento por la fuerza de evitar la celebración del festejo. Todas estas acciones envueltas en insultos y amenazas continuas de los animalistas a los aficionados que se cruzaban en su camino. Todo ello se ha vivido en primera persona por miembros de la asociación que asistimos al torneo.

Los ciudadanos tenemos la libertad de expresar opiniones diferentes, pero siempre dentro de la ley y el respeto mutuo. Estos dos principios de la libertad de expresión se han violado por parte de este grupo violento de animalistas. En nuestra opinión les pierde el fondo (asunto más polémico y no exento de debate), pero también las formas. Las formas utilizadas por este grupo extremista pro-igualdad animal-humano, no puede ser admitida por ningún ciudadano que respete la legalidad y la pacifica convivencia, le gusten o no los toros. Los animalistas pueden perseguir sus objetivos, pero instando a las instituciones competentes a cambiar la ley, o protestando legítimamente otro día, cuando no puedan provocar problemas de orden público, y no provocando violentamente a un pueblo y una comunidad entera que quiere disfrutar de un día de fiesta y una tradición inmemorial. Las autoridades gubernativas tendrán que analizar seriamente lo sucedido y tomar parte en controlar la entrada en la zona del festejo de estos grupos el día de celebración del torneo del Toro de la Vega en próximas celebraciones.

Siendo una fiesta que ha conseguido focalizar el ataque de los antitaurinos y animalistas, así como el debate de la opinión pública a nivel nacional, entendiendo que la defensa de esta fiesta no puede dejar indiferente a ningún aficionado a las tradiciones taurinas, la Asociación Cultural Taurina Espantes de Fuentesaúco, defensora de las fiestas taurinas tradicionales, y reconociendo los estrechos lazos entre las suertes de toros populares, no puede permanecer impasible y dejar solo al pueblo de Tordesillas en su defensa numantina de un patrimonio cultural único que no es solo propiedad suya, sino que lo es de todos los ciudadanos, y dando un paso adelante, mostramos nuestro más absoluto apoyo al pueblo tordesillano y a la defensa de esta fiesta singular.

Juan Manuel González, en representación de la Asociación Cultural Taurina Espantes de Fuentesaúco.