Como por desgracia los zamoranos estamos más que acostumbrados a ver el nombre de la provincia a la cola de lo mejor y a la cabeza de lo peor, según las listas elaboradas desde fuera y muchas veces de manera tópica y absolutamente injusta, tampoco asombra mucho que ahora aparezca Zamora como una de las ciudades más tristes de España atendiendo a una serie de curiosos baremos que van desde la temperatura al carácter de la gente, pasando por las edades de la población e incluso las ofertas de ocio y gastronomía existentes en el lugar.

Encima, no estamos solos, porque resulta que para quienes han hecho tan peculiar y más que discutible estudio, Castilla y León está a la cabeza absoluta de esta clasificación del aburrimiento nacional pues se otorga a Soria el dudoso honor de ser la provincia más triste de España. Y el segundo lugar del podio se reserva a Palencia. Lo que, por cierto, nos lleva a todos a acordarnos de "Calle Mayor", aquella gran película dramática de Bardem. Pero en tercer lugar de las ciudades con menos encantos y alicientes para el visitante sitúan a Zamora. Y aún hay más en la región, pues igualmente Ávila participa de tal condición. Luego hay otras ciudades que se unen al mortecino grupo, caso de Teruel, Albacete, Badajoz y Ceuta o Melilla. Todas las cuales comparten la escasa población.

Esa debe ser una de las razones, además de las señaladas. Porque del clima para ovejas de toda Castilla poco se puede argumentar a favor. En cuanto al carácter, considerado generalmente por los de otras latitudes como seco de entrada, debe ser ancestral y cosa de raza. Que se cuenta con una buena parte de población envejecida, pues lo mismo, así es, y en la calle es casi más fácil ver viejos que ver niños y jóvenes. Otra cosa es lo de las ofertas de ocio y culturales, pues al menos en Zamora hay siempre, y sobre todo en el buen tiempo, mucho donde elegir y para toda clase de públicos. Y lo mismo puede señalarse respecto a la ausencia de una gastronomía determinada, lo que se compensa de sobra con la buena calidad media existente en la mayoría de los restaurantes donde la bondad de los productos de la tierra se deja notar en cada preparación culinaria. Lo que es raro es que en un informe de este tipo no aparezca, sin embargo, lo que pudiera ser un condicional básico a la hora de enjuiciar y valorar la alegría de un pueblo, porque la movida nocturna, el mundo de la noche, parece que no se considera fundamental a la hora de definir y medir el atractivo de una ciudad.

Naturalmente, junto a las tristes y aburridas se encuentran también y por el contrario las más divertidas, alegres y atractivas. Algo que, ya de entrada, se llevan y es lógico y normal, las dos grandes capitales: Madrid y Barcelona, aunque por orden inverso, con las que ninguna otra podría competir en cuanto a ofertas de todo tipo se refiere. Y tras ellas, las ciudades del sol, de las costas, de la dicha abierta del vivir y disfrutarlo, con Cádiz y Málaga a la cabeza y por supuesto, con las islas. Lo del clima es una ventaja segura, que no se puede negar, pero, por lo demás, parecen unas conclusiones exageradas.