Ayer nos cambio la vida. La vida que subió a Zamora por Balborraz. En la madrugada del domingo un haz de luz anunciador rasgaba las tinieblas en las que la Pasión y Muerte del Señor, habían sumido a la Zamora semanasantera que, a lo largo de estos días, se ha entregado a vivir con fe y devoción el Drama Cumbre de la Humanidad.

Ha resucitado la vida y con ella ha resucitado la alegría. Ha vuelto la primavera por los fueros del sol y el suave calor que proporciona a los días de su reinado. La vida habita ya entre nosotros. La Redención se ha consumado. La esperanza que ascendía entre una larga teoría de mujeres y verdes encapuchados, desde los arrabales hasta el corazón de Zamora que latía con más fuerza en la Plaza Mayor, es hoy, por fin, una realidad.

El júbilo del Domingo de Resurrección es distinto al júbilo del Domingo de Ramos. Entonces, Cristo hace su entrada triunfal en la Jerusalén zamorana hacia la muerte, ofrendando su vida para que se cumpla el milagro de la Redención. Ayer volvía, sonriente y triunfante, desde la vida, con la vida y el perdón por bandera, para llenar de vida la vida.

Tras el luto de los últimos días, Zamora ha vuelto a vestirse de color. El silencio ha dado paso a la algarabía, el terciopelo y la estameña de túnicas y caperuces a la «pana» de los domingos y los hachones que han dejado su huella de cera sobre el asfalto, se sustituían por floridas varas que son preludio no solo de la primavera si no de lo que está por llegar.

Y lo que está por llegar a la Zamora de las tradiciones y costumbres marianas, son las romerías. La urbe cede su protagonismo al campo. Son los Cristos y Vírgenes que salen a bendecir los campos en soleadas romerías, animadas por el bullicio de miles de romeros. Gentes que saben la importancia que tiene ser en la vida romero, «romero solo que cruza siempre por caminos nuevos; ser en la vida romero, sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. Ser en la vida romero, solo romero. Que no hagan callo las cosas, ni en el alma ni en el cuerpo... pasar por todo una vez, una vez solo y ligero, ligero, siempre ligero». Como hacen los romeros zamoranos del Cristo de Valderrey, y los del Cristo de Morales y los de la Virgen de la Concha.

El próximo domingo, si Dios lo quiere, toca Valderrey. Toca sacar al Cristico por los campos. Toca felicitar a cuantos han hecho llegar incólume hasta el día de hoy una de las tradiciones más queridas por todos los zamoranos. Los que partieron a la casa del Padre, los que aquí continúan honrando su memoria y las nuevas generaciones que inyectaron la dosis precisa de savia nueva a una cofradía que tiene la responsabilidad de abrir con solemnidad, pero también con sencillez y humildad, el calendario de romerías zamoranas.

Hoy ya, ligeros de pecado, vivimos la resurrección de la alegría. Cristo y su Madre volvían a encontrarse, tan solo ayer, trayéndonos el sol, la primavera, el gozo, el color y el sabor cotidiano de las cosas y, sobre todo: la vida. ¡Bendita primavera! ¡Bendita Resurrección! ¡Bendita vida!