La verdad, pontificó Cicerón, se corrompe por la mentira o por el silencio. Con mentiras y silencios se tramó la «damnatio memoriae» contra Franco para traer su nombre de la memoria colectiva. En toda biografía y más en una tan larga como la del denostado general, se encuentran aspectos positivos y negativos, aciertos y errores, logros y fracasos, méritos y deméritos, luces y sombras. Un biógrafo serio y honesto podría calificar al biografiado por sus luces; otro, igualmente probo, lo condenaría por las sombras, y un tercero interpretaría en aras de la objetividad los rasgos esenciales del biografiado. En la condena cruel a «damnatio memoriae» se tienen en cuenta únicamente los defectos, reales y exagerados, o inventados. Diríase que la «damnatio» es un anatema letal dictado desde el dogmatismo más exigente pues condena con la misma energía y sinrazón a todo aquel que se atreve a disentir. Le ocurrió al profesor Luis Suárez por permitirse un juicio sobre Franco, incompatible con la doctrina de los mandarines de la cultura. El profesor Suárez es un historiador prestigiado por sus libros que le han merecido doctorados «honoris causa» de Universidades extranjeras; estudioso tenaz de la vida y la obra del general, escribió la obra «Francisco Franco y su tiempo» (ocho tomos). No es aventurado suponer que se conocía el tema probablemente mejor que sus detractores.

Opinó Luis Suárez que Franco no había presidido una dictadura sino un régimen autoritario. Aunque a la postre puedan resultar lo mismo, no deja de ser razonable y cierta la diferencia que señalaba el académico. En una larga entrevista de ABC, Juan Manuel de Prada hace afirmaciones de parecida entidad: «Franco era militar pragmático, no un fascista ni un nazi», El multilaureado autor ha escrito una nueva novela «que dará que hablar», pronostica ABC; la titula «Me hallará la muerte» que es un limpio verso del himno más bello al decir de Paco Umbral. La entrevista ya ha dado que hablar: ¿Has leído lo que dice Juan Manuel de Prada en ABC. ¿Qué te parece?; así me han preguntado algunos antiguos compañeros. Creo que nuestro paisano ha ofrecido una singular prueba de la famosa honradez zamorana, al poner sobre la mesa verdades como puños que pocos se atreven a recordar.

Intrepidez en la fe, exige san Pablo a los obispos. Intrépido en la verdad ha de ser el escritor. Juan Manuel de Prada, polemista temible, tiene sobradamente acreditada esa noble condición, como asiduo columnista abecedario y tertuliano en televisión.

Suenan a novedad las verdades cantadas por Juan Manuel de Prada en la entrevista; porque llevan tiempo condenadas en el limbo del silencio. Sin embargo, durante muchos años fueron aplaudidas como evidentes por unos y reconocidas por otros. Nadie ponía en duda la preocupación de Franco por el mundo laboral: al profesor Juan Velarde le oí que Francisco Franco sentía horror ante los conflictos laborales. En una ocasión, Vernon, enviado del presidente Nixon le preguntó por la obra de la que sentía más satisfecho: la promoción de las clases medias, contestó. La situación inaguantable del mundo del trabajo hace que con creciente frecuencia se recuerde la época franquista. No falta el día sin que algún elemento de la desnortada derechona -«Acompleginados S.A.- acuse con bobo retintín a los sindicatos de sucesores de los patroneados por Solís. La verdad es que la UGT les sucedió en la posesión del edificio levantado con nuestras cotizaciones. En cambio nadie ha recordado, con ocasión de los dramáticos desahucios, la política eminentemente social de la vivienda desarrollada por el innominable régimen. Después de la transición, y con maliciosa estupidez, fueron retiradas las placas de los millones de viviendas construidas. Ya no están las placas donde figuraba el nombre del organismo promotor, pero las casas siguen en pie. Verdades como puños que con su ejemplo Juan Manuel de Prada invita a recordar .¿Habrá algún valiente que acepte el reto?