El tema de la amnistía fiscal, con el agravio comparativo que supone para quienes pagan religiosamente los impuestos, agita también los ánimos en Alemania, donde, como ocurre en los países supuestamente menos virtuosos del Sur, muchos ricos tratan de burlar al Fisco ocultando su dinero en Suiza. El dinero negro alemán en el país alpino oscila entre los 80.000 y los 150.000 millones de euros. Como se ve, en todas partes cuecen habas.

En busca de un tema con el que dar batalla al próximo año a la poderosa canciller Angela Merkel, la oposición socialdemócrata parece haberlo finalmente encontrado en el tratado firmado por su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, con su homóloga helvética. Un acuerdo que está ahora en peligro en el Bundesrat por la oposición de la mayoría de estados controlados por los socialdemócratas.

El líder de la oposición y uno de los posibles candidatos a canciller, Sigmar Gabriel, se ha referido a la «delincuencia organizada» que practican, según él, los bancos suizos en Alemania. Y su correligionario, el ministro de Finanzas del Gobierno regional de la populosa Renania del Norte-Westfalia, Norbert Walter-Borjans, feroz crítico del acuerdo con Suiza, defiende la compra de ficheros informáticos con los nombres de defraudadores.

Corren por el país todo tipo de rumores sobre la compra por ese «land» de discos compactos con los nombres de los defraudadores, y hay quien habla de que el Gobierno regional ha pagado hasta nueve millones de euros a quien los robó a un banco suizo, que algunos creen que es el UBS. Walter-Borjans no confirma ni desmiente, sino que deja caer incluso la posibilidad de que los bancos del país vecino estén estudiando ya la posibilidad de ayudar a los defraudadores alemanes a llevar su dinero a Singapur, para que esté aún más lejos de la Hacienda germana.

Hay cifras del Banco de Pagos Internacionales de Basilea que indican la llegada de dinero desde Suiza tanto a Singapur como a Hong Kong. Aunque el primer ministro singapurense se empeñe en negar que su pequeño país tenga interés alguno en convertirse en un centro del blanqueo de dinero.

También se habla de ofertas hechas por la banca helvética a sus clientes alemanes para borrar toda huella y tratar de eludir incluso la retención del impuesto en la fuente constituyendo una fundación en Liechtenstein o cualquier otro paraíso fiscal con un ciudadano local como testaferro. Pero hay otros trucos.

Tanto la canciller Merkel como su ministro de Hacienda, Schäuble, se aferran al tratado con Suiza, mientras que la oposición socialdemócrata y verde lo da por muerto. Los gobiernos regionales controlados por los socialdemócratas han amenazado con votar mayoritariamente en contra.

Sus detractores abogan por sustituirlo por otro más duro, como el que negocia actualmente Washington también con Berna, que no garantiza el anonimato de los defraudadores como el firmado por Alemania y que prevé, además, penas de prisión para los banqueros que ayuden a ciudadanos norteamericanos a burlar al Fisco.

Aquéllos critican que el tratado negociado por Berlín impida, entre otras cosas, comprar en el futuro ficheros con los nombres de evasores fiscales. Y que siga permitiendo a éstos continuar en el anonimato a cambio de pagar en la mayoría de los casos sólo un 21 por ciento, menos de la mitad de lo que habrían tenido que pagar en concepto de impuestos de haber declarado su dinero al Fisco alemán, como era su obligación.