Tal vez las cosas haya que tomarlas según de quién y de dónde vengan. Y ya hace muchos años, décadas, que el eterno alcalde de la sevillana población de Marinaleda, el comunista Sánchez Gordillo, un pintoresco personaje que parece recién salido de una ilustración de la Rusia de comienzos del siglo pasado, se dio a conocer suficientemente a base de demagogia y movilizaciones. Ahí sigue, subido en el machito de su pueblo, y como diputado regional de IU, firme en su afán de protagonismo.

Lo que se le ha ocurrido en esta ocasión ha sido llevar a cabo, como comandante en jefe, una expropiación forzosa? de un supermercado. No de Marinaleda, claro, que al fin y al cabo es su vecindad, la que le vota, sino de Écija. Y en el Mercadona de la localidad se presentó, con sus largas barbas, y un centenar o más de afiliados a su sindicato, el de los trabajadores, que se denomina, llenar hasta arriba una decena de carros y salir sin pagar. Algo a lo que lógicamente se opusieron las cajeras y los trabajadores, con lo cual se armó el lío y tuvo que llegar la policía, aunque nadie impidió que los asaltantes se llevaran las mercancías con destino a un comedor de la capital hispalense.

El tal Gordillo ha justificado el hecho en que el pueblo pasa hambre y que lo que se llevaron del súper no eran más que productos básicos de primera necesidad. Pero también ha dicho que los asaltos van a continuar y que se extenderán a los bancos. No se sabe si horas antes u horas después, otro supermercado andaluz, el Carrefour de la localidad gaditana de Arcos, recibió una visita semejante, arramplando los visitantes con unos cuantos carros llenos de comida. El asunto parece que ha indignado mucho al presidente de Andalucía, Griñán, sobre todo en el caso del alcalde de Marinaleda, que es también diputado regional. Pero ahí quedará todo, porque el dirigente socialista se mantiene en el cargo gracias precisamente al apoyo de IU. El PP, y también PSOE y UPyD han pedido que se denuncien los hechos, lo que las empresas ya han hecho, y han expresado su total rechazo a este tipo de actuaciones violentas e intolerables.

Que lo son. Porque, además de ir contra la ley, estas cosas se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban y por lo tanto hay que cortarlas de raíz y sin contemplaciones. Ya advirtieron en su día, cuando los ajustes, los líderes de los sindicatos, que acaban de entrevistarse con el Rey, que el Gobierno había arrojado gasolina a la calle. Puede ser pero ello no es razón para que nadie prenda la mecha. Por cierto que Méndez y Toxo le hablaron al monarca, como se había adelantado, de hacer un referendo sobre las medidas de ajuste de Rajoy y que sea el pueblo el que decida a la postre las fórmulas para salir de la crisis. Una utopía, por supuesto, pues para eso está el Ejecutivo respaldado por una gran mayoría de votantes. Claro que si se empieza a marear la perdiz con las consultas populares, que encima costarían un pastón que no hay, son muchas las que se podrían hacer. Por ejemplo, si se debería acabar con las subvenciones del Estado a los sindicatos, o si deben mantenerse de las cuotas de sus afiliados, o si a los miles de liberados sindicales que pululan por el país deben pagarles el Estado, las empresas o sus propios sindicatos.