El Teatro del Pueblo de Trefacio, va a cumplir este año, día 15 de agosto, con la puesta en escena de «Historia de una escalera», de Buero Vallejo, treinta años ininterrumpidos de representaciones.

Todo un pueblo se ha esmerado para que no fallara nunca. Cada día, cada momento, cada instante, los ensayos han sido como un canto el amor, a la esperanza; excepcionalmente al dolor.

Sí; eso ha sido durante estos treinta años El Teatro del Pueblo de Trefacio.

Un entrañamiento, un estar juntos; casi una necesidad. Una voz regresada de un tiempo anterior, como un eco repetido de nuestros antepasados.

Un contento, una pasión, una alegría. La «Escuela de los niños» ha sido el testigo fiel de apasionadas escenas, de repetidos cuadros, de actos, acontecimientos, gestos, emociones, modulaciones de la voz, expresión corporal.

Un tractor, un escenario diseñado como las piezas de un rompecabezas para ser montado al aire libre (como el Teatro del Pueblo de Casona, o La Barraca, de Lorca) por los hombres del pueblo. Un intercambio de palabras, un tablón, muchos tablones; una punta, muchas; una puerta pintada, una bombilla, muchas; un equipo de sonido, una ilusión, un esfuerzo; un lance, una broma, una pequeña historia, un chiste y un contenido compartido: la felicidad. Una mujer, muchas mujeres, diseñan los vestidos, recreándolos en función al personaje a representar, cosiéndolos. Una risa sobre otra; un temblor, una mano ardiente, temblorosa, delicada; una maquina de coser.

Un sueño; una caricia, un recuerdo, un beso para alguien que no está, que se marchó, que se fue para lo alto. Pero que estará; que nunca ha estado ausente, porque su mirada pervive; pervivirá.

Un pueblo, unas mujeres y hombres; unos niños; un increíble milagro, unas comedias con nombre; un ingente desfiles de autores.

Muchos esfuerzos; alguna oración; un beso, muchos besos.

Así el teatro de estos treinta años.

Un esfuerzo; muchos esfuerzos (bis intencionado).

Un pueblo; un encuentro, muchos encuentros.

Un colectivo de espectadores de la tierra: Sanabria, Zamora, fieles, puntuales al evento. Una vieja; muchas viejas con su silla; con sus bancos de madera, camino del «Prao del Toro». Un milagro; muchos milagros; un imposible hecho autenticidad: «Tú eres el camino, la verdad y la vida».

Un pueblo, una comarca, una provincia, testigos de todo esto; de un acontecimiento lleno de poesía y ternura.

Una historia de amor.