Veremos este mayo algún atisbo de esperanza? Vamos a ver si por cordura o por cansancio se abandona de una vez el in justo y oscuro «ritornello» o estribillo de las descalificaciones globales y acaba de una vez el poco edificante y menos comprensible espectáculo que nos proporcionan aquellos que no dudan en herir u olvidar a sus padres para reconciliarse con sus abuelos a los que a lo mejor no llegaron a conocer bien. Es un modo de hablar. Intentemos ver si se secan las pilas de la ira de nuevo y se descargan las baterías del neoutopismo galopante. Hay que dar razones aceptables para vivir a los que están vivos.

El pasado, cercano o lejano, está ahí y no puede cambiarse ya, pero pueden arreglarse las consecuencias que ha dejado. Tratar de liquidarlo con un apresurado proceso de petición de responsabilidades solo conduce a lo grotesco o a lo esperpéntico.

Algunos parecen andar aún por los cerros de Úbeda, quizás porque partieron de una esperanza ilusoria. Que las urnas hayan dado un dictamen no quiere decir que no pueda cambiarse la situación si se requiere así. Hay que comprender que haya algunos que estén frustrados o furiosos porque se les ha escamoteado el caldo de cultivo en el que tan libremente creían moverse, pero las cosas hay que cambiarlas, sin extremismos y sin mentiras. Nada de cambios bruscos para no caer en injusticia y faltas de coherencia.

Es hora ya de que termine tanta petición y tanta entrega de explicaciones. Hay quien nunca las dio y las pide. Rubalcaba tal vez debería estar callado. Rajoy debe darse prisa en calmar los ánimos renovadores de sus barones y baronesas. Limpieza de sangre democrática se supone que la tenemos todos aunque solo sea para evitar enfrentamientos insensatos o sin solución. Hoy no se sabe a quiénes habría que echar más culpas: si a los del PSOE o a los del PP, si nos pusiéramos a mirar atentamente la historia más reciente.

Volvamos a recordar, como base de nuestra convivencia, que el fin no justifica los medios, aunque ya conocemos qué poco caso se hace de esta idea tan simple. En la urdimbre de nuestra realidad, por mala que sea, están naciendo nuevos tejidos con hilos de muy diversos colores, sobre todo en los niveles locales pero a la vez en muchos sitios. Y ese sí será el gran cambio que toda Europa necesita.