Quería tanto Juan María Uriarte a los zamoranos y a Zamora que ha escrito un libro en el que se deshace en elogios hacia esta tierra que lo acogió, primero con escepticismo y luego con cariño aunque poco a poco nos fuimos desinflando, conforme nos enterábamos de ciertas cosillas de las que no salía muy bien parado precisamente. El otrora obispo de Zamora titula el denso volumen de su autoría: "Palabras para la paz". A muchos se les llena la boca con esta palabra sin que hagan nada en realidad por hacerla efectiva, por darle contenido, con la particularidad de que la convierten en una palabra localista en lugar de universal y la arriman y la ponen al servicio de quienes les interesan.

El obispo de San Sebastián, que tanto nos quiso y permanentemente nos tiene en sus oraciones, dedica escasas referencias a su anterior etapa en la diócesis de Zamora. Así y todo me gustaría que el prelado acudiese a nuestra ciudad a presentar el libro de marras, cosa que puede hacer con total y absoluta tranquilidad y total y absoluta libertad, a diferencia del lugar en el que ahora vive. Aquí nunca tendrá problemas de censura ni de autocensura en función del miedo y de las amenazas. Los zamoranos sí que somos gentes de paz y hemos contribuido con muchas vidas a la paz de ese país de nunca jamás en el que vive Monseñor.

La paz es cosa de todos, sólo que allá arriba, donde habita Eta, la paz sólo la quiere una parte de la población, la otra pide imposibles y mancha permanentemente la paz de sangre. El diálogo es vía fundamental de entendimiento para la paz, sin embargo es otra de las palabras más veces prostituida por los que en realidad quieren seguir imponiendo sus criterios, sus máximas y consignas por la fuerza. Esa fuerza que consiste en extorsionar, en secuestrar, en matar. Todos conocemos perfectamente el posicionamiento de Juan María Uriarte. Lo dejó muy claro fechas pasadas cuando pidió por enésima vez caridad para con las familias de los presos etarras y el acercamiento de estos a las cárceles del País Vasco, olvidándose por completo del tremendo dolor de los familiares de tantos muertos por la paz a manos de Eta.

Estoy segura que Monseñor Uriarte ha escrito un magnífico libro, en realidad una recopilación de sus propios escritos y pronunciamientos pastorales, o sea que el trabajo ya lo tenía hecho, de lo que discrepo es de su idea de la paz, de la objetividad, "de la escucha y de la relación cordial" con todos, añado yo, que han destacado sus vicarios generales, de inequívocos apellidos. Lo confieso abiertamente, me gustaría poder presentar en Zamora el libro y a su autor, lo que pasa es que debo ser poca cosa. Quizá en otra ocasión y cuando dedique una sola homilía a las víctimas de Eta.