En el cuarto evangelio Juan Bautista relata su experiencia ante el bautismo de Jesús, cómo lo ha visto y quién es aquel sobre quien ha descendido el Espíritu de Dios. Insiste en que da testimonio de lo que ha visto y le ha dicho el que lo envió. La visión se convierte en testimonio.

Por su parte, quien recibe el testimonio ha de hacer él mismo la experiencia de ver, hasta poder afirmar "yo lo he visto". Para compartir la experiencia de la fe en el Nuevo Testamento se recurre en ocasiones muy significativas al lenguaje de la visión. Así sucede cuando se relata de forma muy extensa y pormenorizada la curación del ciego de nacimiento o cuando Pedro y el otro discípulo van corriendo al sepulcro y lo encuentran vacío. El evangelista comenta: "vio y creyó". Asimismo, el evangelio de Marcos sitúa en un quicio de su narración la curación del ciego de Jericó, vinculando curación, visión y seguimiento de Jesús. "Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino".

El encuentro con Jesús supone una iluminación personal (Jesús cura, libera, ofrece su luz) y una visión personal (uno ve a Jesús). En la Biblia hay distintas formas de visión: teofanías, sueños, visiones? Yo hablaría también de una "visión espiritual". Hay distintos órdenes de realidad: físico, psíquico, moral, imaginario, social, espiritual? Y el acceso a esos órdenes es lógicamente también diverso, adecuándose a su forma de realidad. Por ejemplo, no es igual la experiencia ni el lenguaje de la novela, de afirmaciones morales, de las realidades físicas o de la religión. No vemos a Dios con los ojos físicos, pues están en órdenes de realidad diferentes; pero ¿habrá unos "ojos de la fe" que nos permitan verle?

La visión espiritual supone una experiencia real de encuentro con Dios, de cercanía, intimidad. Uno sabe de El porque le ha sentido, le ha gustado, ha sido movido por su fuerza, sabe algo de su palabra y de su voluntad, se ha sabido amado-bendecido-afirmado. Para esto se necesitan signos y mediaciones. Los impulsos del corazón, la gratuita generosidad de alguien hacia mí, mi compromiso en favor de otros, la lectura de la Biblia, la belleza interior de la liturgia, el silencio fecundo de la oración personal? no producen esa experiencia, pero nos llevan a ella. Ver a Dios sería encontrarnos personal y vivamente con el Dios vivo y verdadero. Este encuentro es la fuente y el tesoro de la vida cristiana. Por eso, el gran teólogo que fue Karl Rahner afirmó: "El cristiano del siglo XXI será místico, o no será".