Este viernes llega a los cines 'Malasaña 32', un filme que, recuperando la senda que marcó Verónica en el cine de terror español, está inspirado en hechos reales que tuvieron lugar en un barrio de Madrid. La película dirigida por Albert Pintó relata la llegada de una familia "a un sitio que ya es una película de terror", tal como explica Javier Botet, uno de los protagonistas. Y el actor, habitual del género encarnado a criaturas de todo tipo, interpreta en esta ocasión a "otro tipo de monstruo": un especulador inmobiliario.

Botet señaló que la película se centra en la llegada de una familia rural a Madrid, donde se encontrarán con un lugar de pesadilla. "Están solos, nadie les ampara, todo el mundo va a lo suyo, hay problemas y no pueden apoyarse en nada... Esa es la primera capa de terror, la que vivimos, hemos vivido y podemos vivir en España y en cualquier otro país como inmigrantes"

Algo que cimenta una "base perfecta" para que la película crezca "con algo más", hacia "lo sobrenatural". De esta manera, en Malasaña 32 tiene "dos capas de terror: los fantasmas y el día a día". Algo que tiene su particular reflejo en el personaje de Botet, "un especulador inmobiliario y desalmado que sólo busca engañar a quien sea" y que, para el actor, "es otro tipo de monstruo" en su carrera interpretativa. "Estamos rodeados de estos monstruos", sentencia.

Elementos cotidianos que daban "paz y amor", como "una canica, una peonza o un tendal en casa" adquieren un nuevo y macabro sentido en Malasaña 32, según señala Albert Pintó, director de la película. "Es algo que venía muy bien indicado en el guión, escrito por Ramón [Campos], Gema [R. Neira], David [Orea] y Salvador [Serrano], que hicieron un trabajo excelente con ese terror de lo cotidiano".

Del campo a la ciudad

Candela, la mater familias, es, en palabras de su intérprete, Beatriz Segura, "una mujer muy creyente y sencilla" que no tiene "grandes aspiraciones más allá de su familia". Junto a ella viaja su marido Manolo, "un hombre de campo", "honesto" y "con una voluntad de hierro", tal y como le describe Iván Marcos. Ambos encarnan el sueño de los migrantes a la ciudad, pero no paran de encontrar barreras en la capital.

"Cuando se habla de quienes se mudan del campo a la ciudad, hay muchos casos de fracasos, de creaciones de desigualdad y de pobreza", recuerda Segura. "Ellos juegan con desventaja, y además hay algo que les impide que se puedan integrar", explica la actriz en referencia a la presencia de lo sobrenatural en la película y de cómo afecta a la familia.

"Llegar a la ciudad significa también llegar al individualismo", advierte por su parte Marcos. "En el campo se trabaja de forma colectiva: cada uno tiene sus labores pero siempre hay contacto entre ellos, incluso el propio uso del espacio es otro. Al llegar a la ciudad, se rompe esa familia, se comunican con dificultad, y las responsabilidades son más difíciles de sobrellevar", sentencia el intérprete.

Por su parte, Amparo es una joven de 16 años que sueña con ser "azafata de Iberia". "También cuida mucho de sus hermanos y de su abuelo, es como una segunda madre para ellos", cuenta Begoña Vargas, la actriz que da vida a la hermana mayor, que encarna la ilusión y las aspiraciones al llegar a la gran ciudad.

Unas aspiraciones que, según Pintó, recuerdan el aumento las mujeres como participante activa del mundo laboral: "Me parecía muy interesante que hubiera un peso muy crucial en la figura de Amparo, que personifica la ilusión, las aspiraciones y los sueños de la gran ciudad". "Eso nos llevó a hacer la película algo más femenina: ya en los 70 hay mujeres que dan un paso hacia delante para salvar y ayudar a familias perdidas ante esa situación", sentencia.