Zona Oeste

La hipocresía de matar moscas a cañonazos

El glifosato cosecha críticas por sus riesgos para la salud

El glifosato cosecha críticas por sus riesgos para la salud / Agencias

Bajo la solana de una atemperada tarde de primavera de los años setenta un grupo de rapaces alistanos le escuchamos decir a un grupo de sabias abuelas, las nuestras, que se conformaban con "ir tirando", para acto seguido sentenciar que los "cambios casi siempre son para peor".

Razón, creo yo, no les faltaba. Si nuestros pueblos han mantenido su esencia y biodiversidad no ha sido algo casual sino causal, gracias a esos hombres y mujeres alistanas que sí, su fervor le lleva a creer en los milagros, pero por si acaso se cuidaban de dar los pasos tras la previa reflexión.

La llegada de los herbicidas y fungicidas han cumplido y cumplen una función, casi imprescindible, para poder cultivar las huertas y las faceras, tan cierto como que hay personas que los utilizan sin ton ni son, sin tomar conciencia de su peligrosidad. Es preocupante ver vecinos de algunos pueblos echar azufre, patatol o glifosato en espacios públicos, urbanos y campestres, como si se tratara de confites y caramelos en un bautizo alistano. Más patético es, si cabe, que incluso algunos ayuntamientos no sólo permitan estas malas prácticas sino que las pongan en práctica.

No es de recibo que bajo el asfixiante sol de primavera o verano una persona sana, con dolencias o alergias a fúngicos y químicos, no pueda salir a la calle porque el olor azufre es más intenso que en el propio infierno de Pedro Botero.

Ayuntamientos, alcaldes y concejales, deben saber que hay unas normativas en materia de herbicidas y fungicidas que hay que cumplir, todos, y, en su caso, exigir que se cumplan. Sabio es nuestro refranero rayano, cuyas palabras son sentencias, al decir que: "El que trae la soga a la rastra, tarde o temprano la pisa".

La presencia de una mala hierba no siempre ha de justificar salir con el lanzallamas; el paseo de unas hormigas o el revoloteo de unas moscas no nos da derecho a lanzar un misil. Mas pronto que tarde ocurrirá alguna desgracia y luego, como siempre, nadie querrá la culpa. Con la vida y con la muerte no se juega.

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