Fermoselle, un paisaje urbano que evoca al medievo

Hace unos años se popularizó este eslogan para atraer turismo a León “Rincón por rincón, León”. Esta sencilla frase ha logrado su objetivo. Atendiendo al símil, Zamora y su provincia ofrecen rincones insólitos, maravillosos y poco frecuentados

Imagen panorámica de Fermoselle.

Imagen panorámica de Fermoselle. / F. T.

Francisco Trancón Pérez

El paisaje urbano de Fermoselle es original, diferente, creativo. Las rocas graníticas (plutónicas metamórficas) arrojadas caprichosamente por algún cíclope se convierten en espectáculo en la propia villa, mostrando desmesurados volúmenes de las curvas de un cuerpo dormido que tal vez Otero hubiera transformado en figuras míticas.

Las guías turísticas sitúan a Fermoselle en la frontera suroccidental de la comarca de Sayago, circundada en una parte por dos ríos de prestigio: El Duero zamorano y el Tormes salmantino y en la otra orilla quedan Portugal y Salamanca. He observado y sostengo que estos límites geográficos no le quitan prestigio ni notoriedad a Fermoselle, ni minimizan el paisaje berroqueño y de líneas quebradas que definen la singularidad universal de Los Arribes, corriente generosa del agua esculpiendo y horadando con tesón las paredes rocosas que ceden no sin quebranto el paso inexorable de un río que se alimenta de piedras y vegetación noble. Este caudal fluyente, escoltado por formaciones rocosas, vestigios primigenios de los albores de la tierra, conserva todo su esplendor y lozanía, guardando celosamente la historia no difundida de pastores, cabreros, pescadores, contrabandistas…, gentes todas de bien que hicieron de estos parajes dispersos su hogar, su rincón y no dudo que lleno de grandeza, penas y alegría, a pesar de la primitiva existencia y austera carencia de bienes y comodidades.

Alma y paisaje de Fermoselle

Plaza Mayor de Fermoselle / Francisco Trancón Pérez

La sorprendente y peculiar arquitectura del trazado urbano le confieren un paisaje que nos recuerda tiempos del medievo, aunque difícilmente podemos ubicarlo en un estilo concreto. Conviven en armoniosa sintonía, casas regias de fachada de piedra noble, con otras menos pretenciosas mostrando con singular orgullo balconadas de hierro forjado. En todas ellas el marco común son las bodegas. Una obra de arquitectura subterránea que desborda el concepto tradicional de cuevas del vino de algunas zonas de Zamora y León, excavadas en arcilla, generalmente alejadas de los núcleos de población.

Los canteros abrieron sendas de piedra, que recorren todo el subsuelo interconectándose entre sí, creando una red aún no explorada entre ellas, con una sabia distribución de registros de aire y de luz y una regulación interior del agua que mana del suelo y que es canalizada a pozos interiores. Sabían orientarse por el inframundo de humedad y oscuridad con una precisión matemática.

Alma y paisaje de Fermoselle

Panorámica de Arribes. / Francisco Trancón Pérez

Como sugerencia para conservar el valor histórico sería interesante efectuar un inventario de las bodegas, describiendo su interior, distribución, capacidad, leyendas en torno a las mismas, etc.

La historia se ha encargado de recoger algunos pasajes del pasado de Fermoselle.

En 1494 se le ordena a Juan de Deza que entregue la fortaleza que es de la obispalía de Zamora a Juan de Herrera.

1.- Calle zona histórica.
2. Torre de Fermoselle.
3. Plaza de Fermoselle.
4.- Panorámica del río.
5.- Interior de una bodega.
6.- Nuestra señora del  Dado Catedral de León.

Calle de la zona histórica de Fermoselle. / Francisco Trancón Pérez

Uno de los más sorprendentes acontecimientos fue protagonizado por Antonio Osorio de Acuña, obispo de Zamora. Un singular guerrillero comunero que mandó encarcelar al alcalde de Fermoselle (Ronquillo) en la fortaleza del castillo (1521), cuando iba a prender a Acuña, tras la revuelta comunera.

Las ruinas del castillo de doña Urraca, constituyen un vestigio de lo que tal vez fue una poderosa fortaleza hoy reconvertida en mirador del entorno de Fermoselle. La investigación sobre este entrañable lugar es escasa. Los datos documentales más significativos se remontan a 1645, a través de una certificación que redacta el capitán Luis Domínguez, a quien Luis de Arciniega (ejercía la función capitán mayor y gobernador de la frontera con Portugal) le ordena que haga entrega a Cristóbal Ordóñez de las llaves y otros enseres. El informe (de dos folios) consigna un escueto inventario, entre otros objetos señala: Llaves del castillo, de las puertas de la villa, cuerdas para bajar el puente, campana pequeña, tablas y maderos que servían para formar un puente sobre el río, una “carabela” sujeta por una soga a la orilla del río, etc.

Alma y paisaje de Fermoselle

Interior de una bodega en Fermoselle / Francisco Trancón Pérez

Larren Izquierdo y otros (2010), comentan que el castillo-al parecer- en el siglo XVIII es “objeto de distintas reparaciones por el ingeniero D. Benigno Garrido Marcos, sin embargo, el proceso de ruina, por un lado, y las desafortunadas construcciones realizadas en su solar y entorno han provocado que los vestigios se limiten a pequeños lienzos de muralla en su lado meridional. Junto a ellos quedan restos de una puerta denominada "la del Villar" o "el Arco" por conservar de ella el arco apuntado. Estos . restos tienen protección específica con categoría de Bien de Interés Cultural derivado del Decreto 22 de abril de 1949 sobre Castillos Españoles (BOE de 5 de mayo de 1949)”.

La presencia de los judíos en Fermoselle fue importante, encontrándose escritos sobre su estancia. Un documento fechado el 28/2/1495 hace referencia de la entrega a Juan de Sandino de la sinagoga, situada en la calle de la Judería de Fermoselle.

Alma y paisaje de Fermoselle

Torre de Fermoselle. / Francisco Trancón Pérez

El Dr. Thebussem en un folleto editado en 1882, sobre los objetos antiguos que poseía José Pardo de Figueroa, en su casa de Medina Sidonia, efectúa una interesante descripción con el título El morrión de Fermoselle (armadura en forma de casco, que cubría la parte superior de la cabeza y que en lo alto solía tener un plumaje o adorno).

Perteneció al alférez Cristóbal González de Fermoselle que murió en Zamora el 1/6/1569.

El militar fallecido deja escrito que, en la capilla de la Concepción, parroquia de San Cipriano de Fermoselle, se le entierre y que en su sepulcro se grabe este epitafio “…pondrán encima del escudo una pica que yo dejé y un morrión: la pica atravesada en lo alto del escudo y el morrión encima del escudo”

Los albaceas de Fermoselle cumplieron la voluntad del testador, pero afirma Thebussem que “no existe efigie ni pintura que conforme el nombre con que se designa”. Comenta que dejó escrita una crónica que no ha sido hallada a pesar de los esfuerzos que en su día efectuó Cesáreo Fernández Duro.

En la iglesia de San Cipriano de Zamora se guardan obras donadas por el ilustre soldado

Luis Bello, viajero incansable por las escuelas de España (1926), en su estancia en Fermoselle, escribe “que es un pueblo grande, vieja aduana, con un castillo desmantelado”. Sitúa las escuelas en lo más elevado “ocupando una posición incomparable”. Sobre este tema específico, pondera con notable entusiasmo el edificio escolar “escuelas graduadas de seis grados capaces de albergar trescientos alumnos”. Destaca que el costo de la construcción llegará a las doscientas mil pesetas, cifra muy alta. El constructor de las escuelas fue Secall “empleó piedra y la madera, dándoles una intención decorativa”.

No se olvida el pueblo dedicar una calle a Juan del Encina (1468-1529), impulsor del teatro del renacimiento español, con obras tan reconocidas como Trivagio, Églogas, etc. Aunque nació en Salamanca sus padres son de Fermoselle, posiblemente el apellido “Encina” sea de su madre, como era costumbre en aquella época (muy arraigada en Andalucía) en la que en los hijos figuraba como primer apellido el de la madre)

Estuvo muy vinculado a la ciudad de León ya que poseía un priorato en su catedral. El cabildo catedralicio acuerda el 2 de octubre del año 1526, que se entregara a Juan del Encina doscientos mil maravedís para las reparaciones que deseaba hacer en varias casas y tiendas, que estaban situadas entre las antiguas calles de los Cardiles y de la Herrería de la Cruz, que le habían traspasado los canónigos Alonso de Villarroel y Alonso de Villalpando; que mientras viviera, él solo disfrutara de todas las rentas de las casas y tiendas mencionadas anteriormente

El Deán y todos los canónigos de la Iglesia en determinadas fechas se comprometieron a rezar sobre la sepultura que le habían donado, en el caso de que falleciera en León, estaba situada en la capilla de San Ildefonso o Nuestra Señora del Dado.

Sobre este tema hay opiniones diversas que no es objeto de este trabajo. Falleció en León en 1529. Actualmente existe en esta ciudad un instituto de educación secundaria que lleva el nombre de Juan del Encina.

Fermoselle es objeto inspiraciones poéticas, solar de añoranzas. Recojo unas palabras de un hombre y una mujer que han escrito sobre esta singular villa sus vivencias, emociones, deseos.

Gonzalo de Castro (Crotontilo), nos deja estos recuerdos, escritos en Fermoselle, en 1890. “Unidos los v i marchar alegres y gozosos (se refiere a la confluencia del Tormes y el Duero) ¿A dónde van? Van a endulzar las amargas aguas del Atlántico; a cumplir secreta ley a que está sujeto todo lo que vive en este océano de la vida. El océano con toda su amargura, necesita quien endulce sus aguas; lo mismo que el corazón humano, precisa ríos de amor que neutralicen el amargor de sus penas”.

Iluminada Ramos, poetisa fermosellana (2019) con relación al encuentro fraterno de ambos ríos escribe:

“El Duero le canta al Tormes/el Tormes pone el oído, escondido entre sus manos/el susurro entre ambos se escucha en la lejanía”. “A galope, colocado en el picacho balancea sus brazos Fermoselle, y en el centro/ balcón de su mirada/se descubren Duero y Tormes por entero”.

Apenas he rozado la superficie de Fermoselle, ésta es una visión oceánica, preliminar cuyo valor no son los escasos datos que ofrezco, sino el impacto que el “alma y paisaje” de esta ciudad deja en el viajero, en el observador ávido de captar una realidad tan rotunda y radical. Acercarse a este entorno es completar los conocimientos y vivencias de la provincia de Zamora tan pródiga en parajes únicos.

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